Salvador Hernández Vélez

Con motivo del Día del Maestro, aquí dejo un breve repaso de mis maestras y maestros que a lo largo de mi educación escolar y universitaria, desde la primaria hasta el posgrado, contribuyeron de forma significativa en mi formación. Mi primera maestra fue mi mamá, Manuela Vélez. Ella durante unos años fue asistente de su maestra, la señora María Martínez de Loza, directora de la escuela primaria de Viesca. Mi madre, después de salir del segundo turno en la primaria, nos dedicaba un buen rato para que afianzáramos los conocimientos que íbamos aprendiendo. Nos ponía más tarea. Y no podíamos salir a jugar si no terminábamos.

Mi profesor de primaria en un salón atendía cuatro grados: tercero, cuarto quinto y sexto, uno en cada fila, fue Salvador Camacho Peña. Cabe aclarar que la SEP no reconocía los estudios de quinto y sexto, porque habían establecido que esos los deberíamos cursar en la primaria de la cabecera municipal, en San Juan de Guadalupe, Durango. Así que, al terminar, no teníamos derecho a que nos entregaran nuestro certificado de primaria. Para lograrlo tuvimos que ir a San Juan de Guadalupe a presentar, por dos días, el examen a título de suficiencia que acreditara los conocimientos de primaria. En más de una década ningún estudiante reprobó el examen a título de suficiencia.

En la secundaria, entre mis profesoras a la que más recuerdo es a Magdalena Fonseca de Antolín, que impartía Matemáticas. Era una profesora muy capaz, amable, comprensiva. Muy humana. Dominaba sus materias de matemáticas. Culta. Muy estudiosa e irradiaba mucha tranquilidad. Con una gran actitud de escucha, que emanaba confianza e invitaba a acercarnos para aclarar dudas. En suma, una profesora en toda su dimensión.

También me viene a la memoria mi profesor de Carpintería Enrique González, en su taller en la planta baja, en la parte posterior del edificio que en aquellos años albergaba a la Secundaria y Preparatoria Venustiano Carranza, la PVC frente al bosque en Torreón. Era un señor muy serio, muy firme, a la vez amable, con un gran conocimiento sobre ebanistería y carpintería. Nos tenía mucha paciencia. Se decía que había participado en la construcción de los detalles de ebanistería de la iglesia del Perpetuo Socorro en Torreón, Coahuila. Me gustaba mucho aprender en este taller de carpintería.

En la preparatoria, las clases de Cálculo Diferencial e Integral me las impartió el ingeniero Guillermo García Siller. Su clase era por la tarde. Ocupaba en ese tiempo el puesto de gerente regional de la Comisión Federal de Electricidad, en la Laguna. Muy impositivo. Con un buen conocimiento del cálculo para estudiantes del bachillerato de ingeniería. Siempre iba vestido muy formal, de traje y corbata. Impresionaba, se decía que había llegado a esa posición con mucha dedicación y esfuerzo. Su sueldo de profesor lo donaba para becas. Poseía un gran sentido filantrópico. A su estilo, muy parco, nos conminaba a aprovechar la oportunidad que teníamos para estudiar en una escuela pública.

En la carrera de Ingeniería, con los que más interactué fueron Juan Manuel Rivera Prieto, quien además de poseer un gran conocimiento de su materia poseía un gran sentido del humor; Silvia de Luna, que impartía las clases de Química y los laboratorios de análisis cualitativo y cuantitativo, una excelente maestra, comprometida con la educación, muy amable, de una gran firmeza. Victoriano Gutiérrez Domínguez, de los primeros profesores que llegaron al Tecnológico de la Laguna con doctorado, impartía la clase de Térmica. Siempre me sentó en el escritorio para presentar los exámenes, porque no entraba a clases y me vigilaba para que no copiara. Me invitaba a platicar a su cubículo. Y lo hice amigo. También el doctor Fernando Betancourt Silva, mi profesor de Teoría de Control, me separaba de mis compañeros de salón a la hora de presentar los exámenes. No estaban de acuerdo que no entrara a clases. A mí me gustaba estudiar solo en la biblioteca.

En la maestría de Matemática Educativa, Eugenio Filloy, Carlos Imaz, Olimpia Figueras, Shirley Bromberg, Armando Cuevas, Luis Moreno Armella, Fernando Hitt, Jesús Alarcón Bertoluzi, Ricardo Cantoral, entre otros, me formaron para ser profesor de Matemáticas. Sin duda todos mis profesores de una u otra manera contribuyeron con mi formación. Y cada autor de cada libro que leo, es un nuevo profesor.

Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.