Salvador Hernández Vélez

Hace unos días acudí a la Universidad Autónoma de Nuevo León, en la ciudad de Monterrey, a una reunión con responsables de las Instituciones de Educación Superior de la Región Noreste, agremiados en la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior (ANUIES). Me sorprendió ver los amplios jardines en diferentes partes de esta ciudad norteña, muy tristes. Los esplendorosos verdes que hermoseaban la ciudad, en los años anteriores, en diferentes sitios, hoy cambiaron a colores marrón claro. La ciudad de Monterrey se ve marchita en muchos de sus jardines. La presa que surte de agua a la zona metropolitana de Monterrey está casi seca. No ha llovido en las cuencas altas que surten los afluentes que desembocan en las presas de Nuevo León.

Las serranías de la región sureste de Coahuila, cuando llueve, contribuyen, con el agua que cae en ellas, a llenar las presas de la capital de Nuevo León. La ciudad de Saltillo está mil metros sobre la capital regiomontana. Por eso buena parte del agua que cae en la sierra de Zapalinamé va a parar a Monterrey. Cuando vemos que el bulevar Venustiano Carranza va rebosante de agua, por encima del camellón central, una parte de esa agua baja hasta la presa que surte de agua a la ciudad de Monterrey, por eso los regios también deberían de cooperar para la conservación de la sierra de Zapalinamé, pues no sólo los que habitamos en Saltillo, Arteaga y Ramos Arizpe nos beneficiamos de esta área natural protegida.

En Saltillo ya han pasado varios meses sin llover. No hemos visto esa lluvia que provoca que el agua corra por los arroyos y que las calles vayan repletas de agua. Desde julio de 2020, cuando el huracán Hanna inundó varias zonas de Saltillo, provocó deslaves en las carreteras, tumbó bardas, dejó atrapadas a familias, provocó problemas con el suministro de energía eléctrica, arrastró, incluso, algunos vehículos y se cerró la carretera Saltillo-Monterrey, no ha llovido así. Por ello no se ha podido almacenar agua.

La historia nos evidencia que para captar agua en las presas, esto sólo es posible en aquellos periodos posteriores a la llegada de los fuertes huracanes, los que logran pasar las sierras como es en el caso del “Gilberto” en 1988, por ejemplo, o el del “Alex” de 2010. El más reciente fue el Hanna en 2020, que permitió la recarga de los acuíferos de la zona metropolitana de la capital de Coahuila. Hasta el día de hoy eso permite el suministro de agua para esta región, sin embargo, si sigue sin llegar un nuevo huracán a estas tierras, estaremos igual que Monterrey.

Los últimos 19 años, afortunadamente ha llovido, lo que ha posibilitado las recargas en los pozos. Pero los pronósticos de lluvia no son muy alentadores. Mientras tanto, en Monterrey como en Saltillo, estamos a la espera de una buena temporada de lluvias. La falta de recarga de los acuíferos, por falta de lluvias abundantes, ya se padeció en esta región del país, la última década del siglo pasado. Y se tuvo que racionar el agua de uso doméstico.

El país entero enfrenta una de las sequías más intensas de los últimos años. En el norte, la situación es aún más preocupante. En la Región Lagunera, a principios de marzo se inició el ciclo agrícola y se cerrará hasta agosto de este año. Los canales construidos de cemento, irán llenos de agua para regar los cultivos de forrajes, para alimentar el ganado lechero de la cuenca más importante del país, mientras tanto sigue en negociaciones el Programa de Agua Saludable, libre de arsénico, para los habitantes de esta región de Coahuila y Durango.

En Monterrey se ve que no hay agua porque es evidente que la presa cada día contiene menos agua para surtir a la ciudad, en Saltillo si no llueve, los pozos que administra Agsal se irán agotando y el agua se tendrá que racionar, y en Torreón, aunque todavía hay agua rodada, la que viene por el río Nazas, para este ciclo agrícola, no se sabe si lloverá para recargar las presas. Ya en 1996 en la Presa Lázaro Cárdenas, “El Palmito”, por la sequía de esos años sólo hubo agua disponible para regar 12 mil hectáreas, cuando en un ciclo agrícola normal se riegan más de 90 mil hectáreas, y el problema de arsénico en el agua se agrava. Si no llueve en los siguientes meses estaremos enfrentando serios problemas de abasto de agua para el consumo humano.

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