Salvador Hernández Vélez

El domingo pasado con un grupo de amigos y amigas recorrimos unos dos kilómetros con cien metros hacia la comunidad del Diamante, que está al otro lado de la sierra de Zapalinamé y el mismo tramo de regreso. Ese camino, por invitación de los Lobos al Rescate de la UAdeC, hace unos años, antes de la pandemia, lo sendereámos de un lado a otro de la sierra, fueron 18 kilómetros. En esa ocasión los dos o tres días anteriores había llovido. Cuando nos animamos a subir la sierra y decididos a terminar al otro lado de la misma, nos dimos cuenta que no llevábamos suficiente agua, pues un compañero nos había dicho que en unas dos o tres horas lo recorreríamos. Lo hicimos en ocho horas, porque al final del sendero no encontrábamos la cabaña donde nos habían invitado a comer una rica discada. Afortunadamente algunas paredes de piedra de ese camino, aunque ya no estaba lloviendo, todavía tenían escurrimientos de agua. Los hilos de agua eran delgados, cristalinos y constantes. Llenamos nuestras botellas con esa agua y así logramos abastecernos para terminar la caminata.

En el punto al que llegamos el domingo pasado hay una especie de mirador. Desde ese lugar se aprecia en toda su dimensión la ciudad de Saltillo, la capital de Coahuila, cuando la claridad lo permite. En esta ocasión la neblina estaba muy densa, gravitaba sobre la ciudad, lo que no permitió observar el valle donde se encuentra Saltillo. Sin embargo, la panorámica era maravillosa. Todos los que participamos nos asombramos de ese recorrido en el que siempre pendió la neblina y el frío a tres grados centígrados no lo sentimos ya en el recorrido. Disfrutamos del clima y de la sierra. Pero comentamos que esta era una buena manera de aprovechar los últimos frentes fríos. El próximo 21 de marzo inicia la primavera.

En el recorrido de bajada, aprovechamos para apreciar uno de los puentes de piedra y argamasa que forman parte del Camino del Cuatro. De la sierra de Zapalinamé bajan un sinnúmero de arroyos de una buena profundidad que atraviesan Saltillo. El puente que admiramos es del Arroyo de Ceballos. Tiene una altura de unos seis metros y un ancho de unos cuatro metros. Su parte superior remata en un semicírculo, lo que permite distribuir las cargas hacia las paredes de piedra que han sobrevivido ya más de cien años. Se observa el efecto de las caídas del agua sobre el puente, este ha resistido todo tipo de avenidas a lo largo de su vida. Son unas impresionantes obras de ingeniería civil e hidráulica.

Esos puentes hicieron frente al ciclón Gilberto en 1988. Este huracán ha sido uno de los más fuertes en los últimos 50 años, para esas fechas, según clasificación de la Conagua. Sus vientos alcanzaron una intensidad de 342 kilómetros por hora. Como huracán duro 12 días. En Saltillo nadie se imaginaba que llegaría. El 17 de septiembre de 1988 azotó la zona de la capital de Coahuila con vientos de hasta 167 kilómetros por hora. Los puentes del Camino del Cuatro salieron bien librados de ese fenómeno natural, pero los puentes de la carretera México-Monterrey en el tramo de “Los Chorros” en Arteaga, se colapsaron.

Mientras reparaban “Los Chorros”, parte de la comunicación con el municipio de Arteaga se hizo por el Camino del Cuatro, como en los viejos tiempos, y los puentes de esta ruta siguen incólumes, muy saludables y sin duda prestos para ser admirados. También posibilitan el acceso por el Camino del Cuatro a senderistas, ciclistas de montaña, corredores de montaña y a los vehículos de doble tracción. Estos arroyos son huellas que la naturaleza ha dejado sobre Saltillo, en su paso hacia el norte, son sitios de gran biodiversidad. En el arroyo del Pueblo, por ejemplo, todavía corre una pequeña cantidad de agua, está poblado de diferentes árboles y arbustos, y hay una buena cantidad de aves. Los demás arroyos todavía tienen pequeños ojos de agua, por lo que guardan para sorpresa de los ciudadanos de la capital una buena cantidad de flora y fauna. Y son sitios y paisajes dignos de ser admirados. Sus senderos invitan a ser recorridos, contemplados, a ejercitarse.

En los recorridos que hemos hecho por el Camino del Cuatro, el Cañón de San Lorenzo, los arroyos de Ceballos y del Pueblo, muchos de los estudiantes y profesores que son de Saltillo se sorprenden de estos sitios que están en el corazón de la “selva de asfalto”.

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