Salvador Hernández Vélez

La prosa: esta palabra no significa sólo un
lenguaje no versificado; significa también el carácter concreto,
cotidiano, corporal,
de la vida.

Milán Kundera

Joan-Carles Mèlich, en su pequeño ensayo “La Prosa de la Vida. Fragmentos Filosóficos II”, rumia sobre las situaciones contingentes, inciertas y finitas del ser humano. Se apoya en lo que él nombra una filosofía literaria. Entendida esta, como Milán Kundera: hablar del carácter concreto, cotidiano, corporal, de la vida. Esto es, invoca más las imágenes y las figuras de la ficción, que los conceptos y las categorías de la metafísica. Es un estilo muy singular. Va al grano, lo hace sin rodeos.

Este texto lo encontré curioseando en una librería en Torreón. Es una actividad que me place realizar con cierta regularidad, sobre todo, voy a la caza de nuevos libros y autores desconocidos, me provoca una gran satisfacción, me puedo pasar horas leyendo las contraportadas de los libros que están organizados por abecedario de autores. Estaba husmeando cuando llegué a Joan-Carles Mèlich, un filósofo barcelonés, doctor en Filosofía y Letras por la Universidad Autónoma de Barcelona, y creador de la “filosofía antropológica de la finitud”. Al leer la contraportada me encontré con lo siguiente: “Sólo me interesa una vida finita, inquietante y contingente, sin verdades absolutas, sagradas o incondicionales. Un escenario en constante formación, transformación y deformación. Una vida creadora de un mosaico en el que las piezas no encajan, sin centro ni síntesis”. No lo dudé, pasé a la caja, lo compré y por supuesto, procedí a echarme un clavado en este brevísimo texto, de tan solo 116 páginas y de hojas pequeñas, espaciado entre cada párrafo.

Y este conciso ensayo empieza: “Llegamos con la historia ya empezada”. Y coincido en que cuando empezamos nuestro peregrinar por esta vida, nuestra historia ya había empezado, ya llevaba un pequeño o largo recorrido, como lo queramos ver. Como dice Mèlich: “El nuestro, es un cuento a medias. Quizá más adelante habrá alguien que contará el relato”.

Y se cuestiona de qué estamos hechos, su respuesta pone en duda nuestras ideas y creencias, y suelta su pensar: “Estamos hechos de azar e incertidumbre, de deseos imposibles, de inconfesables secretos, de noches de locura, de sueños reprimidos. Estamos hechos de recuerdos y de silencios, de ausencias que irrumpen el alba y al crepúsculo”. Y después de la pandemia creo que todo esto que plantea este filósofo se ha potenciado.

Paso a dejar algunos aforismos de Mèlich: Estamos expuestos a las heridas del mundo y de la vida. / El hombre es sociable porque es frágil. / Estar enfermo es sentir el cuerpo a bocajarro. / El aburrimiento es la desgracia de la felicidad. / El mal es ordinario, se encuentra en la vida cotidiana, en las sociedades neoliberales, en las redes sociales. / El maestro de verdad no quiere ser imitado. Al contrario, desea ser cuestionado. Pero sabe que uno no puede cuestionar nada sin tener un suelo desde donde hacerlo. / En toda transmisión educativa tiene que haber transgresión. Si no la hay, entonces la educación es adoctrinamiento. / La cuestión no es cómo podemos convertirnos en iguales, sino cómo podemos (con)vivir con una desigualdad insuperable. / El eros no es el resultado de mi iniciativa, sino la respuesta a un acontecimiento. Es una pasión que irrumpe, que me transforma, que me hiere. El eros me intranquiliza, me provoca insomnio. / Si no estoy dispuesto a aprender no tengo derecho a enseñar. / Lo que hay en las sociedades modernas no es una crisis de justicia, sino de compasión.

Y aquí estos otros: (Parafraseando a Bertolt Brecht) Alguien pregunta si Dios existe. Y alguien contesta: ¿cambiarían tu vida en función de la respuesta que se diera a esta pregunta? Si respondes “no”, olvida la pregunta. Si respondes “sí”, entonces necesitas un dios, es decir, un principio sagrado que legitime tu conducta. / No hay transformación sin fractura, sin duda, sin contradicción (Peter Sloterdijk, has de cambiar tu vida). / Sanar no es curar. Curar es ocuparse del otro, atenderlo, situarse a una distancia adecuada. Y esta última a propósito de la pandemia: A veces olvidamos que vivir es responder a los acontecimientos, a las contingencias del tiempo, a las sorpresas de la historia.

Feliz Año Nuevo.

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