Salvador Hernández Vélez

En relación a la inteligencia de las plantas, Stefano Mancuso, una gran autoridad en neurobiología vegetal y Alessandra Viola, periodista científica, en su libro “Sensibilidad e Inteligencia en el Mundo Vegetal” nos evidencian todo lo que les debemos a las plantas y, lo más sorprendente, lo mucho que las plantas nos pueden enseñar a los humanos. Los trabajos de estos investigadores nos demuestran que las plantas sienten, se comunican e intercambian información, duermen, memorizan y tienen capacidad para manipular a otras especies.

En suma, tienen inteligencia. Para sostener esto, parten de la siguiente definición de inteligencia: la capacidad para resolver problemas. A partir de ello, podemos incluso decir que las plantas no sólo son inteligentes, sino brillantes a la hora de adoptar soluciones para hacer frente a las dificultades inherentes a su existencia y desarrollo. Uno puede observar que muchas plantas ante la falta de luz por la sombra de otro árbol, se tuercen en busca de la luz que requieren para sobrevivir. E incluso cuando se les planta debajo de una cornisa, por ejemplo una palma que es de tallo vertical, crecen curvadas, luego se endereza en busca de la luz para efectuar la fotosíntesis.

Los autores de este texto también nos hablan de que las plantas desarrollan lo que se conoce como “inteligencia de enjambre”. Esto es que además de comportarse como un individuo también tienen la capacidad de actuar como una multitud y despliegan comportamientos grupales similares a los de una colonia de hormigas o de abejas, o como lo hace una bandada de pájaros. Así como en el reino animal o humano, hay comportamientos oportunistas y también generosos, honestos y tramposos, que recompensan a quienes les ayudan y castigan a quienes los lastiman, en el reino vegetal de igual forma se observan todos esos procederes.

Pero a pesar de que las primeras células vivientes capaces de realizar la fotosíntesis aparecieron en el planeta hace más de 3 mil 500 millones de años y el hombre moderno, que se considera el rey de las especies, apenas apareció hace doscientos mil años, en las Sagradas Escrituras, como en la cultura judeocristiana y también en el Islam, el mundo vegetal no sólo no se considera igual al animal, sino que ni siquiera es considerado. Incluso para decir que una persona no muestra signos de conciencia usamos el término está en “estado vegetal”. Pero si debemos dejar asentado que en cambio los indios de América y varios otros pueblos indígenas les atribuyen un carácter indiscutiblemente sagrado.

Carl Nilsson Linnaeus (1707-1778), más conocido como Carl von Linné, fue un médico, explorador y naturalista que se ocupó, entre otras cosas, de clasificar todas las plantas. Por ello se le conoce como “el gran clasificador”. Desde un principio localizó en los “órganos reproductores” y el “sistema sexual” de las plantas el criterio taxonómico principal sobre el cual fundamentó su labor clasificadora; demostró con determinación y sencillez, que las plantas, duermen. Tenía muy claro que las plantas son criaturas extremadamente sofisticadas y complejas, con capacidades muy por encima de las que por lo común se reconocen. Y por su parte Charles Darwin dedicó gran parte de su vida y sus obras al estudio de la botánica, disciplina de la que se valió incluso para ilustrar la teoría de la evolución, gracias a la que goza de fama imperecedera. Declaró en varias ocasiones, que para él las plantas son los seres vivos más extraordinarios que conoce. En su obra describió la multitud de movimientos distintos que, en la mayor parte de los casos, no se producen en la parte aérea de las plantas, sino en la raíz, zona que llega a identificar con una especie de “centro de mando”.

Pesa a que el ser humano vive junto a las plantas desde hace unos doscientos mil años, no ha sido suficiente, pues sabemos muy poco aún sobre el mundo vegetal. Sin embargo, los vegetales respiran sin tener pulmones, se alimentan sin tener boca ni estómago, se mantienen erguidos sin tener esqueleto y son capaces de tomar decisiones sin tener cerebro. Los autores nos recuerdan que algunas plantas pueden ser depredadas hasta el 95 por ciento y después volver a crecer de manera normal. Pero si mañana las plantas desaparecieran de la Tierra, la vida humana duraría unas pocas semanas.

Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.