Salvador Hernández Vélez

En los artículos anteriores tratamos sobre los árboles, con base en el estudio que ha hecho de ellos Peter Wohlleben, producto de las observaciones y las reflexiones de muchos años, que su trabajo de guardabosques le ha permitido. Wohlleben sostiene que los seres vivos más poderosos de nuestro planeta y los más longevos, son los árboles, sin embargo, poca cosa sabemos de esos gigantes. A veces sospechamos que encierran algo más, que detrás de la corteza guardan secretos que no podemos ver a simple vista. Por ejemplo, oímos decir que ciertas personas tienen una gran capacidad para que las plantas se les desarrollen y que a otras no se les da ese don.

El artículo de Veronica Droppelmann, en agosto de 2018, en Ladera Sur, un medio de comunicación cuyo fin es “reconectar a las personas con la naturaleza para sanar el planeta”, nos habla sobre “la timidez de los árboles”. Nos dice que el primero en explicar esta conducta en profundidad y que lo hizo en los años 50, fue el botánico australiano Maxwell Jacobs, él creó este concepto. Así también otros botánicos nos hablan de otras propiedades y comportamientos de los árboles y las plantas.

El tema de nuestra relación con la naturaleza lo puso de boga la pandemia. Porque cada vez hay más conciencia de que estamos invadiendo el hábitat del reino animal y, en consecuencia, estamos sufriendo estos asaltos, porque los microorganismos se defienden, y ahora estamos sufriendo la pandemia provocada por el COVID-19. Hoy la gran lección es que tenemos que aprender a vivir de forma respetuosa con la naturaleza.

En el libro “Sensibilidad e Inteligencia en el Mundo Vegetal” de los autores Stefano Mancuso y Alessandra Viola, empiezan su texto preguntándose: ¿Son las plantas seres inteligentes? ¿Son capaces de resolver problemas? Y para asombro de nosotros nos plantean que las plantas se comunican con el entorno que las rodea, con las otras plantas, con los insectos o con los animales superiores. Y también nos dejan esta otra pregunta: ¿O son, por el contrario, organismos pasivos, carentes de sensibilidad y de cualquier tipo de comportamiento individual y social?

Estas interrogantes nos dicen que el debate sobre estos temas no es nuevo, que ya en la antigua Grecia existieron encendidas disputas entre los filósofos, divididos en escuelas de pensamiento contrapuestas, tanto a favor como en contra de la posibilidad de que las plantas tuvieran “alma”, ¿en qué se fundaban sus argumentaciones y, sobre todo, por qué varios siglos de descubrimientos científicos no han bastado para dirimir la cuestión?

Los autores Mancuso y Viola sostienen que, en diferentes épocas y contextos culturales heterogéneos, filósofos y científicos, entre ellos Darwin, han expresado su convicción de que las plantas están dotadas de habilidades mucho más refinadas que las que comúnmente observamos.

La pandemia que estamos padeciendo nos debe llevar a dar un gran giro en nuestra manera de pensar, hoy tenemos que cambiar nuestra relación con la naturaleza. Gran número de experimentos nos hacen ver a las plantas como seres capaces de calcular y de elegir, de aprender y de recordar, tanto es así que, entre otras muchas polémicas más o menos razonables, hace algunos años Suiza –primer país en el mundo– reconoció sus derechos con una ley ad hoc. Ya en varios países se sostiene que la naturaleza también tiene derechos. Pero, ¿qué son en verdad las plantas y cómo están hechas? Los seres humanos desde que aparecimos sobre este planeta vivimos con las plantas, pues ellas ya llevaban millones de años aquí, pero a pesar de ello todavía no las conocemos.

En este ensayo, Mancuso y Viola nos invitan a conocer los planteamientos que sostienen que las plantas poseen los mismos cinco sentidos de los que está dotado el ser humano: vista, oído, tacto, gusto y olfato, pero cada uno de ellos desarrollado a la manera de lo “vegetal”, sin menoscabo de su argumentación. Y de ello nos hacen la siguiente pregunta, ¿es lícito pensar que, desde este punto de vista, sean similares a nosotros? Nada más lejos: las plantas son extremadamente más sensibles, incluso nos dicen que poseen por lo menos otros quince sentidos. Por ejemplo, sienten y calculan la gravedad, los campos electromagnéticos, la humedad y son capaces de analizar numerosos gradientes químicos.

Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.