Salvador Hernández Vélez

El profesor Fernando Cabrera Rodríguez lideró proyectos en beneficio de los pobladores de las zonas áridas, era un apasionado del desierto. Hace años me invitó a recorrer varias comunidades ixtleras y candelilleras del semidesierto de Coahuila. En el ejido Hipólito, perteneciente al municipio de Ramos Arizpe, procesan la separación de la cera de candelilla, lo hacen en una paila, la cera se acumula en la parte superior a consecuencia del proceso de calentamiento en altas temperaturas y del efecto del ácido. El profesor Cabrera zambulló sus manos en un recipiente con agua y luego procedió a meter la mano derecha a la parte superior de la paila –estaba hirviendo–, al sacarla estaba maravillosamente cubierta de una costra de cera, al retirarla de su mano nos mostró una obra de arte: un fascinante guante de cera.

Don Fernando era un gran conocedor de los múltiples recursos del desierto. Fue un gran apicultor. Eran fascinantes sus charlas para convencernos de las bondades de consumir los diferentes productos de las abejas, sobre todo si era de miel de las flores de las plantas del desierto. Al regreso del recorrido me regaló una copia de un escrito del ingeniero Gustavo Aguirre Benavides: “Botánica económica de las zonas áridas y semiáridas mexicanas, específicamente las enclavadas en la llamada zona ixtlera, que comprende parte de los estados de Coahuila, Nuevo León, Tamaulipas, San Luis Potosí y Zacatecas”. Es un texto que muestra la importancia de los recursos de la flora de las zonas áridas y la necesidad de explotarlas con conocimientos científicos y tecnológicos, es también una muestra de su pasión por el desierto.

Este texto lo debe haber escrito don Gustavo en los años setenta del Siglo 20. En la introducción nos habla del “gravísimo problema de la pavorosa miseria, insalubridad e ignorancia que aún reina, a más de 60 años de distancia del inicio del movimiento reivindicador de los derechos socioeconómicos del pueblo mexicano, que en heroica conmoción encauzara el grandioso prócer Coahuilense D. Francisco I. Madero”.

Del inmenso territorio mexicano más de la mitad es estéril o aleatorio en la producción de elementos de origen vegetal, esenciales para la vida humana, esto por razón de la escasez del agua, que es factor determinante para el éxito agrícola. Estas circunstancias obligan a investigar nuevos derroteros para la explotación de las tierras, que posibiliten la obtención de nuevos productos de la gran variedad de especies vegetales xerófitas que se dan en zonas con un mínimo de humedad y extremas temperaturas. Estas especies le han proporcionado grandes favores al hombre, pero hasta ahora no las hemos aprovechado en toda su potencialidad, y no sólo en México sino también en los países más avanzados de la tierra que cuentan con grandes extensiones de zonas áridas. Han pasado inadvertidos por indiferencia o negligencia, o ni siquiera nos hemos planteado que se puedan utilizar. Sería insensato negar que este ecosistema existe, que su flora y fauna es vital para el ser humano.

En nuestras zonas áridas y semiáridas, hasta hace poco el aprovechamiento se reducía a las fibras de agaves, yucas, cera de candelilla, orégano, mezquites, sotoles; garrochas, quiotes y ocotillos para hacer techos y bardas, y plantas medicinales. Nos cuesta trabajo entender que estas tierras no rinden para la economía agrícola. Pero en la actualidad sí rinden para la economía industrial. Ahí están las empresas que generan electricidad aprovechando la radiación solar y el viento, esto no se lo imaginaron don Gustavo y el profesor Cabrera.

La zona semidesértica en que se encuentra enclavada el área de explotación ixtlera y en gran parte también la de cera de candelilla, comprende grandes porciones de los estados de San Luis Potosí, Tamaulipas, Nuevo León, Zacatecas y Coahuila. También deben incluirse extensiones de Durango, Chihuahua e Hidalgo; la superficie total en la actualidad es casi el área total de Francia. Hoy sabemos que encierra una gran potencialidad.

Nuestras zonas áridas con su abundante y variada flora, de la que muchas especies pueden brindarnos grandes beneficios, hay que conquistarlas a la mayor premura. Esta naturaleza, para muchos inhóspita y para otros “la nada”, ahora nos está señalando el camino a seguir. Su entorno y sus plantas, nativas y extrañas, nos aguardan grandes sorpresas.

 

@SalvadorHV

Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.