Salvador Hernández Vélez

Como dice el reconocido ambientalista español Martí Boada: “Dime qué biodiversidad tienes en tu país, región o territorio y te diré el estado de salud del medio ambiente”. Coahuila tiene una gran biodiversidad, la cual debemos conservar para beneficio de los coahuilenses porque hoy vivimos un momento de preocupación planetario sobre el futuro de la salud de todos nosotros. El coronavirus sigue siendo un gran desasosiego y sus consecuencias son impredecibles. Nuestra incertidumbre se acrecienta con tantas opiniones que circulan en las redes sociales; sobre las vacunas, ¿son efectivas o no?, ¿qué tanto lo son? No sabemos en qué ola estamos, ¿en la tercera o cuarta? Pero además de descifrar esos problemas hay que precisar por qué llegamos a esta situación. Hoy estamos invadiendo el hábitat de los microorganismos. Y ellos se hospedan en nuestros organismos.

Debemos estar muy conscientes en todo el planeta que dependemos de nuestra riqueza natural y de los servicios brindados por el medio ambiente, entre ellos el agua que bebemos. Y Coahuila no es la excepción. Por eso en esta circunstancia de la pandemia que estamos padeciendo, más que nunca necesitamos reconocer la biodiversidad de nuestro territorio, para cuidarla y desarrollarla. La biodiversidad abarca la variedad de las especies vivientes, no sólo las plantas (Plantae) y los animales (Animalia), sino también los hongos (Fungi), los protozoarios (Protista) y las bacterias (Monera), los microorganismos en general. También la biodiversidad considera a los ecosistemas que alojan a las distintas especies y a la variabilidad genética intrínseca de las mismas.

Requerimos acercarnos un poco más a la gran riqueza natural de nuestro desierto chihuahuense, nuestro estado es parte de él. Pues los coahuilenses somos hijos del desierto. Este desierto nos ha dado vida y cada vez descubrimos que en su aparente escasez se abriga una gran potencialidad. Necesitamos voltear nuestros ojos al desierto. En estos días que ha llovido podemos observar lo que parecía seco y quizá algunos pensaron que esa vegetación ya estaba muerta, pero esa biodiversidad coahuilense desértica se manifiesta casi “de un día para otro” en todo su esplendor, asombrándonos con su enorme capacidad de sobrevivencia. La flora de la cuenca carbonífera es muy diferente a la de la laguna. Los mezquites son de colores diferentes. Los mesquites laguneros (Prosopis glandulosa) son de color grisáceo, como terrosos, y en la carbonífera son más verdes. Las floraciones de los ocotillos o albardas (Fouquieria splendens), a lo largo y ancho de nuestro estado, después de la lluvia se manifiestan en todo su esplendor y podemos admirar sábanas rojas meciéndose al son del viento del desierto en forma de olas. Los chaparros prietos nos ofrecen sus flores blancas que entretejen una especie de sábana blanca ondeando al ritmo del susurro del viento. Las inflorescencias “cimosas” de los magueyes también se revelan con una gran majestuosidad.

En Coahuila predomina el clima seco y semiseco, seguido del muy seco. La geología también tiene influencia en la distribución de los distintos tipos de vegetación. Esta variabilidad climática permite la existencia de una gran riqueza biológica. Y no hay que pasar por alto que la degradación ambiental viola los derechos humanos, ya que afecta el bienestar y la economía porque disminuye la disposición, acceso y aprovechamiento equitativo del agua, contamina el aire y, en general, daña la salud, lo cual repercute o impide el disfrute del derecho a vivir (Carmona Lara, 2010).

Coahuila forma parte del Desierto Chihuahuense —uno de los desiertos con mayor riqueza biológica en el planeta—, es el segundo estado con mayor riqueza de cactáceas (Guzmán et al. 2003.) Tiene la más alta diversidad de especies de peces asociados a regiones desérticas, la mayoría de ellos endémicos (SEMA, 2013). Nuestro territorio, hace millones de años, estaba sumergido en mares, ahora tenemos majestuosas montañas en el sureste, vastas zonas de desierto y maravillas naturales como las pozas de Cuatro Ciénegas —donde habitan especies endémicas— en el centro, y sierras extraordinarias —como Maderas del Carmen— en la frontera norte. Por ello debemos cuidar y preservar nuestra biodiversidad para beneficio de todos los coahuilenses y del planeta.

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