Salvador Hernández Vélez
Hace unos días tuve la oportunidad de participar en el 208 aniversario de los hechos de Acatita de Baján. En el lugar está un obelisco y la pequeña Loma del Prendimiento. Ahí fue aprehendido el cura Miguel Hidalgo. En el camino hacia el lugar de la conmemoración tomamos una ruta equivocada, por fortuna nos encontramos a doña Amparo, pobladora de esos lugares en medio del semidesierto coahuilense. Con una gran sonrisa nos dijo “están perdidos, aquí me voy con ustedes para que no se vuelvan a perder”. Ella nos orientó. Es un camino sólo rodado por vehículos de trabajo y sólo se puede transitar a muy baja velocidad. Muy angosto, con arbustos a lo largo de todo el camino, que rozan a los vehículos. Ese lugar, salvo por el obelisco, está igual que hace 208 años.
La independencia de México fue la consecuencia de un proceso político y social resuelto por la vía de las armas, que puso fin al dominio español en los territorios de la Nueva España. La guerra por la independencia mexicana se extendió desde el Grito de Dolores, el 16 de septiembre de 1810, hasta la entrada del Ejército Trigarante a la ciudad de México, el 27 de septiembre de 1821.
En el hecho histórico que sucedió hace 208 años, un 21 de marzo de 1811, en ese lugar, producto de una traición, fueron apresados los primeros caudillos de la Independencia. El cura Miguel Hidalgo y Costilla, Ignacio Allende, Juan Aldama y Mariano Jiménez. Para ubicar este suceso imprevisible, que cambió la ruta del movimiento independentista, debemos recordar lo siguiente: luego del terrible episodio sucedido en el Puente de Calderón en enero de 1811, lugar cerca de Guadalajara, en la que el ejército insurgente sufrió una derrota catastrófica, los principales líderes y caudillos de la independencia mexicana deciden ir al norte del país y pasar a los Estados Unidos para rehacer sus fuerzas y de ser posible obtener el apoyo del gobierno norteamericano, lo cual no tuvo éxito.
Llegaron a Saltillo, el 5 de marzo, donde recibieron el ofrecimiento de un indulto decretado por el virrey Venegas, beneficio que fue rechazado por Hidalgo y Allende con la siguiente expresión: “El indulto, es para los criminales, no para los defensores de la Patria, y menos para los que son superiores en fuerza”.
El 17 de marzo de 1811, Hidalgo abandona Saltillo y se dirige a Monclova; lo escoltan Jiménez y Allende con poco más de mil hombres. Después de transitar lugares desérticos y sin agua, en el hoy municipio de Ramos Arizpe, en la capilla de Nuestra Señora del Rosario, la voz popular cuenta que el cura Miguel Hidalgo ofició su última misa. Aunque el dato no ha sido corroborado por la historia, lo cierto es que en marzo de 1811 en la hacienda que alberga esta iglesia durmieron Miguel Hidalgo y Costilla, Ignacio Allende, Juan Aldama y Mariano Jiménez.
A las 9 de la mañana del día 21 de marzo de 1811, los insurgentes llegaron a Acatita de Baján con la esperanza de encontrarse a personas aliadas como se había prometido, para descansar y reabastecerse de agua. Sin embargo, atrás de la loma, se encontraba el traidor Ignacio Elizondo con sus huestes, quienes atacaron a los insurgentes. Los jefes insurgentes fueron tomados prisioneros con más de mil hombres. Algunos fueron enviados a Monclova, pero otros, como Hidalgo y Allende, fueron llevados a una penosa travesía, hasta Chihuahua, donde serían fusilados. El 13 de abril, el virrey Venegas ordenó que los prisioneros fueran juzgados en Chihuahua por un consejo de guerra y que la sentencia fuera ejecutada sin pérdida de tiempo. El 23 de abril de 1811, después de un viaje de casi un mes, llegaron a Chihuahua.
Sin más diligencias, el Consejo de Guerra ya formado pronunció las sentencias: “ser pasados por las armas del modo más ignominioso, con la confiscación de sus bienes y trascendencia de infamia a sus hijos varones, si los tuvieren, y demás que de ella resulta conforme a las leyes de la materia”.
La sentencia se cumplió de la manera más cruel; primero fueron ejecutados Allende, Aldama y Jiménez. El cura Hidalgo fue procesado por un tribunal eclesiástico y posteriormente fusilado. La doctora en Estudios Latinoamericanos por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Martha Delfín Guillaumin, dice que ese hecho es “una pausa desafortunada en la guerra de Independencia”.
@SalvadorHV
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