Salvador Hernández Vélez

En el mundo del Siglo 21 las condiciones de sobrevivencia de los trabajadores han cambiado radicalmente. En la etapa de la revolución industrial los patrones requerían a los trabajadores y en consecuencia les otorgaban un conjunto de prestaciones. En el mundo de hoy, donde todo tiende a la automatización y robotización, los empresarios requieren menos de los trabajadores, por eso ahora la apuesta es ir reduciendo cada vez más las prestaciones clásicas. La esperanza de los jóvenes de gozar de una pensión decente es cada vez más remota. Sin duda las formas de la lucha de clases están cambiando. En cierta medida de eso trata el libro “La Nueva Lucha de Clases” de Slavoj Žižek, uno de los filósofos e intelectuales más prominente del mundo; pocos pensadores ilustran las contradicciones del capitalismo como él.

Adjetivado por algunos como el más peligroso de los filósofos occidentales, Žižek llama a superar ciertos tabúes de la izquierda y denuncia que el capitalismo global genera nuevas formas de esclavitud. Que el hecho primordial de la época de la globalización no es que la Tierra gire en torno al sol, sino que el dinero lo haga en torno a la Tierra, de manera digital, trasladando grandes capitales en segundos.

En su texto retrata la sociedad actual de la siguiente manera: “Hoy compramos cada vez menos productos (objetos materiales) y cada vez más experiencias, ya no compramos objetos, sino que en última instancia compramos (el tiempo) nuestra propia vida. Compro mi forma física visitando gimnasios; compro mi iluminación espiritual apuntándome a cursos de meditación trascendental; compro la satisfactoria experiencia de mi compromiso ecológico adquiriendo sólo fruta orgánica, etc.”.

Por otra parte, en el mundo impera una violencia brutal, no sólo religiosa, étnica y política, sino también sexual y social. El número de suicidios es alarmante, de tal suerte que la violencia la aplicamos a nuestra propia persona. Hoy la gente vive más estresada y deprimida. Nuestra sociedad es más oprimente y excluyente, por lo que ésta se deforma a sí misma. Tendemos a rechazar los valores culturales occidentales justo en el momento en que, reinterpretados de manera crítica, muchos de ellos (igualitarismo, derechos fundamentales, estado de bienestar) podrían servir de arma contra la globalización capitalista.

La verdadera amenaza a nuestro modo de vida comunitario es la dinámica del capitalismo global, hoy la vida comunitaria padece un preocupante deterioro. La desintegración del poder estatal no es un fenómeno local, sino el resultado de la política y la economía internacionales y, en algunos casos, es el resultado directo de la intervención occidental.

Žižek también plantea que la “clase dirigente” está en desacuerdo con el programa moral populista, pero tolera su “guerra moral” como medio para mantener a raya a las clases bajas; es decir, les permite expresar su furia sin que ello interfiera en sus intereses económicos.

La principal lección que hay que aprender, por tanto, es que la humanidad debería prepararse para vivir de una manera más nómada y “plástica”: los cambios locales o globales en el entorno podrían imponer la necesidad de insólitas transformaciones sociales y movimientos de población a gran escala. Todos estamos más o menos arraigados en un modo de vida concreto, y tenemos todo el derecho a protegerlo, pero podría darse alguna contingencia histórica que de repente nos sumiera en una situación en la que nos viéramos obligados a reinventar las coordenadas básicas de nuestro modo de vida.

De hecho, se dan cuatro antagonismos: la inminente amenaza de la catástrofe ecológica, el fracaso cada vez más evidente de la propiedad privada para integrar en su funcionamiento la así llamada “propiedad intelectual”, las implicaciones socioéticas de los nuevos descubrimientos tecnocientíficos (sobre todo en el campo de la biogenética), y no menos importante, como se ha mencionado antes, las nuevas formas de apartheid, los nuevos muros y los nuevos suburbios.

Frente a esto, Žižek propone educar para construir sociedades igualitarias, recuperar la lucha de clases, y la única manera de hacerlo es insistir en la solidaridad global con los explotados y oprimidos. Y remata, quizá la solidaridad global sea una utopía, pero si no luchamos por ella, entonces estamos realmente perdidos, y merecemos estar perdidos.

@SalvadorHV 

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