Salvador Hernández Vélez

Para que unos puedan sobrevivir en su cuarentena privada, otros tienen que hacer frente a muchas cosas que tienen lugar en el exterior. Para que unos puedan comer en la seguridad de sus casas, otros tienen que llevar los alimentos hasta la puerta de la casa de un resguardado. Mientras que los de “Uber Eats” y los de “Rappi” se la juegan en las calles de las ciudades para sacar el chivo, porque si no trabajan, no hay comida en su casa, los encerrados pueden estar en esa circunstancia porque tienen un ingreso asegurado. Eso no garantiza que no tengan problemas. He escuchado de varios casos que la depresión y la ansiedad del encierro les ha provocado problemas de salud muy serios, que los ha llevado a la muerte. Lo que sí está claro es que el virus está destruyendo los cimientos de nuestras vidas, provocando no solo una enorme cantidad de sufrimiento, sino también un desastre económico de consecuencias impredecibles.

Hoy todo parece incierto, un mundo de repente sin salidas, sin embargo, poco a poco estamos aprendiendo que hay una salida, que la solución no será el auto encierro, ni los aislamientos a los que nos hemos sometido y tampoco, posteriores cuarentenas. Hace falta una plena solidaridad incondicional y una respuesta coordinada a nivel global, una nueva forma de solidaridad. La gente no concibe que nos quedemos en casa para siempre, trabajar desde nuestras computadoras, comunicarnos a través de videoconferencias, hacer ejercicio en una máquina colocada en un rincón de nuestra casa-oficina-escuela, y que nos traigan la comida a domicilio. Y que no veamos a nuestros congéneres.

Hoy sabemos que debemos y necesitamos reforzar nuestros vínculos con los demás. La semana pasada asistí a una ceremonia de graduación de bachillerato, de estudiantes del Instituto de Ciencias y Humanidades de la Universidad Autónoma de Coahuila. El joven Jordi Moreno habló en nombre de sus compañeros egresados de bachillerato, sus palabras son un grito de lo que necesitan los jóvenes en este entorno de la pandemia: “Buen día a todos, me presento, soy orgullosamente egresado del ICH, un lugar lleno de sorpresas, lleno de risas, de felicidad, tristezas, lágrimas y un sinfín de sentimientos. Un lugar donde para serte sincero, sacas lo mejor de ti, ya sea dentro de un salón de clases, detrás de una computadora o bien expresando el arte a tu manera, un lugar donde tu zona de confort no existe, donde los limites no están marcados. Han pasado 2 años y medio desde aquel primer día, aquel momento en el que no sabíamos qué era lo que nos esperaba. Y aun así nadie nos dijo, que cada segundo aquí, seria inolvidable, nadie se atrevió a decirnos que 2 años serían suficientes para amar y odiar a la vez esta hermosa etapa, quién nos diría que las personas que nos toparíamos marcarían nuestras vidas y algunas otras se quedarían para siempre en nuestros corazones, nadie se atrevió a decirnos que ese momento feliz se acabaría. Porque nadie nos advirtió que el costo de las risas en la preparatoria serían recuerdos que no volverían a repetirse. Aun así, hay algo que aprendí con el paso del tiempo y es que para poder llegar a la meta hay que seguir subiendo escalones, y es hora de pasar al siguiente, aprender de todo y seguir avanzando. Fueron momentos difíciles, pero se logró, quizá muchos no nos esperábamos despedir de esta manera, nadie esperaba graduarse en medio de una pandemia, pero mirémonos, lo conseguimos”.

Es solo ahora, en este aislamiento en que tengo que sacarles la vuelta a muchos de los que me son próximos, porque la indicación de la Secretaría de Salud fue “quédate en casa”, no te aproximes porque te contagias. “No te me acerques”, me dijo un amigo que casi no salió de su encierro, y él falleció. Pero ahora nos damos cuenta de la necesidad de la presencia del otro, la importancia que tiene la convivencia social con las medidas correspondientes.

Hoy requerimos una sociedad que vaya más allá del Estado-nación, una sociedad que se actualice en forma de solidaridad y cooperación global. Pero lo paradójico es que el desarrollo tecnológico nos hace ser más independientes de la naturaleza, y al mismo tiempo, más dependientes de los caprichos de la misma. Tendremos que aprender a vivir en un mundo viral, y habrá que rehacer de manera dolorosa una nueva forma de vida.

@SalvadorHV

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