Salvador Hernández Vélez

Frente al problema del coronavirus, que estamos enfrentando y padeciendo, en donde después de ocho meses de pandemia no tenemos una vacuna, ni un tratamiento aceptado por la comunidad médica, la necesidad de sistematizar este problema sanitario se vuelve indispensable y urgente. Por ejemplo, en el siglo pasado en el mundo se padeció la fiebre española. En mi pueblo, Viesca, Coahuila, esa gripe provocó muchas muertes; platicaban mis abuelos que al menos en cada familia alguien falleció. De ello, hoy hay una representación: “El carretón de la muerte”. En ese carretón, tirado por un burro y guiado por una persona, se trasladaba a los difuntos a la fosa común del panteón, envueltos en sábanas y rociados de cal. Dos personas más subían los muertos al carretón.

Los sobrevivientes de esa fiebre nunca fueron vacunados. Y salieron adelante. Decía mi abuela que, comiendo ajo, cebolla, tomate y chile ¿Será? No sé, pero la pregunta es: ¿Qué estudios médicos hay sobre esa pandemia en cuanto a lo que les permitió sobrevivir? ¿Qué comían? ¿Cómo fortalecieron su sistema inmunológico? ¿Qué sabemos de esas experiencias de sobrevivientes?

En el libro póstumo “El río de la conciencia”, de Oliver Sacks, neurólogo clínico, nos relata que en 1858, el neurólogo francés Guillaume Duchenne publicó una detallada descripción de un muchacho que padecía distrofia muscular, y un año más tarde informó de 13 casos más. Sus observaciones rápidamente pasaron a ser algo aceptado dentro de la neurología clínica y se identificaron como un trastorno de gran importancia. Los médicos comenzaron a “ver” la distrofia por todas partes, y al cabo de pocos años se habían publicado docenas de casos en la bibliografía médica. El trastorno había existido siempre, pero muy pocos médicos lo habían descrito antes de Duchenne. Hoy, por eso creo que debemos recurrir a las descripciones detalladas de los casos sobre la gripe española, que seguramente muchos médicos hace 100 años nos dejaron, para sistematizar los tratamientos de las gripes e ir construyendo protocolos de tratamiento y así pasar de una era de pura descripción a otra de explicación e investigación activa.

También nos comparte otro caso, el de la psiquiatría “médica”, sistematizado de manera similar al trastorno de la distrofia muscular. Se halló que en relación a los pacientes internados en los psiquiátricos y hospitales estatales en las décadas de 1920 y 1930, se encuentran observaciones clínicas y fenomenológicas extremadamente detalladas, a menudo insertas en narraciones de una riqueza e intensidad casi novelesca. Pero al instituirse unos rígidos criterios y manuales de diagnósticos, esa riqueza y detalle, así como su franqueza fenomenológica, han desaparecido, y en su lugar encontramos escasas notas que no ofrecen una imagen real del paciente o su mundo, sino que lo reducen, a él y a su enfermedad, a una lista de criterios diagnósticos “mayores”. Como dice Karl Marx: “Hay cosas que se tienen debajo de las narices y que las inteligencias más eminentes no las ven, en principio, debido a cierta ceguera de juicio”.

Como dice Sacks, está claro que no basta con comprender algo, con “captar” algo, de un fogonazo. La mente debe ser capaz de acomodarlo, de retenerlo. La primera barrera consiste en permitirnos descubrir ideas nuevas, crear un espacio mental, una categoría con conexión potencial, y a continuación introducir estas ideas en una conciencia plena y estable, darles una forma conceptual, alojarlas en la mente aun cuando contradigan los conceptos, creencias y categorías que tenemos en este momento. La historia de la ciencia y la medicina se ha ido conformando a partir de que los científicos se han enfrentado tanto a las anomalías, como a las ideologías profundamente arraigadas.

El neurólogo clínico estaba convencido de que el enorme papel de la contingencia, de la pura suerte (buena o mala), es incluso más evidente en la medicina que en la ciencia, pues la medicina a menudo, depende de manera crucial de que la persona adecuada se encuentre con casos raros e insólitos, quizá únicos, en el momento adecuado. Hoy por algo hay que empezar, alguien tiene que hacer una observación y relatarla, para darle forma de conocimiento científico. Porque lo que debemos evitar es empezar de cero para resolver esta pandemia.

@SalvadorHV

Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.