Salvador Hernández Vélez

Hoy tenemos que visualizar la Universidad frente al mundo globalizado, en la época del conocimiento y en un planeta digitalizado. La Universidad debe formar a los profesionales que demanda el mercado laboral, cada día más internacionalizado. Pero este mercado global está sujeto a diferentes circunstancias. Ya no hay empleos para toda la vida. No te vas a poder jubilar en una sola empresa ni en un mismo puesto de trabajo. Y tal vez tendrás que vivir en diferentes países. Mi hija Gaby, a sus 35 años, ya ha trabajado en tres países diferentes. 

Otra situación es que la formación que reciben los estudiantes en sus cinco años de carrera, en muchos aspectos, al terminar sus estudios ya está obsoleta. 

Hoy los egresados compiten con solicitantes de un primer empleo de diferentes partes del mundo. Y para estar en mejores condiciones de competir requieren habilidades y competencias que exige la Industria 4.0: manejo de tecnologías de las información desarrolladas, hablar lenguas extranjeras, tener un gran potencial de adaptabilidad, una actitud de aprendizaje permanente, disposición para ser una especie de “hombre o mujer nómada” y capacidad para enfrentar escenarios de riesgo.

La idea de instruir en un mundo global nos lleva a la “alegoría de la caverna”, de Platón, una metáfora del conocimiento que habla de unos prisioneros en una caverna, que desde su nacimiento sólo podían ver sombras proyectadas desde una hoguera, las que eran asumidas como su realidad. En el caso figurado de que uno de los recluidos fuera liberado, demoraría en adaptarse a su nueva realidad. Pero al salir de la caverna conseguiría a tener un nuevo grado de conocimiento del mundo, dándose cuenta de que lo antes vivido no era una verdad absoluta.

Ante una fuerte competencia laboral, nuestros alumnos y docentes tienen que sobresalir no sólo académicamente sino también estar familiarizados con un ambiente multicultural —que no es su mundo—, que abra su visión dentro de su nuevo entorno profesional. Y quién nos dice que no podrán tener mejores oportunidades laborales en otros países.

Por ello a la profesionalización e investigación científica, las funciones primordiales de la Universidad, se deberá añadir, a decir de José Ortega y Gasset, la transmisión de la cultura, “el sistema vital de las ideas de cada tiempo”, “lo que salva del naufragio vital, lo que permite al hombre vivir sin que su vida sea tragedia sin sentido o radical envilecimiento” y vivir a la altura de los tiempos. La nueva tarea universitaria consistirá en conseguir unos profesionales cultos, no fragmentados “con una interpretación integral del universo, que es lo único merecedor de los hombres de ciencia, cultura, civilización europea”.

Ortega, filósofo español, agrega: “Cultura es el sistema de ideas vivas que cada tiempo posee” y “El hombre que no vive a la altura de su tiempo vive por debajo de lo que sería su auténtica vida, es decir, falsifica o estafa su propia vida. La desvive”. La Universidad precisará, pues, de buenos profesores, que tengan capacidad de integrar los saberes y transmitirlos adecuada, sintética, sistemática e integralmente.

A principios de esta década, el entonces secretario de Estado para las Universidades y la Ciencia del Reino Unido, David Willetts, dijo abiertamente que “las artes, humanidades y ciencias sociales” que se enseñarán en las universidades no tendrían nada que ver con el Estado, queriendo decir que pasarían a ser una cuestión entre la universidad y el individuo —el ciudadano— como un agente del mercado. 

Esto conlleva a una completa mercantilización de la educación superior pública; en consecuencia, atenta contra el desarrollo de los países latinoamericanos y el bienestar de sus ciudadanos. En tiempos de confusión e incertidumbre como los actuales, necesitamos gente con un pensamiento más radical para llegar a la verdadera causa de los problemas y a sus soluciones.

Por eso de lo que se trata, dice Ortega y Gasset, es hacer del hombre medio, ante todo, un hombre culto. Por tanto, la función primaria y central de la Universidad debe ser la enseñanza de las grandes disciplinas culturales, a la vez de la especialización que demanda el mercado. En suma, dado que las habilidades que requiere la Industria 4.0 para este Siglo 21 serán muy diferentes; la educación está obligada a cambiar urgentemente, sobre todo la forma de enseñar.

 

@SalvadorHV 

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