Salvador Hernández Vélez

¿En qué tipo de sociedad vivimos? Remitámonos al asunto de la alimentación para delimitar el problema ético al respecto: en el mundo de hoy se produce comida suficiente como para alimentar a entre 10 mil y 14 mil millones de personas. Casi el doble de la necesaria para toda la población mundial actual. Y, sin embargo, alrededor de mil millones de personas pasan hambre. Un experimentado relator especial de la ONU sobre el “derecho a la comida” precisó: “El hambre no es el resultado de que se produzca poca comida sino, más bien, de la marginalización y el desempoderamiento de los más pobres, quienes carecen del poder de compra necesario para procurarse la comida que está disponible”. En consecuencia, el hambre es un problema político, social y económico, por tanto ético. No es tecnológico, ni se va a remediar con soluciones tecnológicas.

El sociólogo Zygmunt Bauman sostiene que vivimos en una sociedad líquida, sin asideras, que es en primer término una sociedad de consumo, presentista, utilitarista, que rebosa incertidumbre y desconfianza. En esta sociedad Dios es el mercado. Y los altares de hoy son los centros comerciales, los grandes malls, el mercado libre por internet. La sociedad líquida no tiene una ética definida porque no le importa el bien del hombre y de la comunidad. A esa sociedad sólo le importa proyectarse y actuar para ser diferentes. No importa cómo, pero diferentes. De lo que se trata es de vivir cómodamente a pesar del precio por pagar. Somos la sociedad de sálvese quien pueda y como pueda. Esta sociedad no contribuye a la construcción del tejido de las relaciones humanas. El deseo de la felicidad está como suspendido en el aire. Porque la lógica de esta sociedad es un deseo de placer egoísta.

Esta sociedad de consumo únicamente comparte likes, no hay proyectos. El ser humano opta por la evasión, el conformismo, la superficialidad vital por construir una libertad sin ataduras. Lo que conduce al cinismo, a la indiferencia. No hay ética. Sólo el deseo individual de disfrutar y adaptar la visión de la vida desde la condición de consumo.

Bauman deja abierta la puerta a dos tipos de sociedades: una, la sociedad de la trascendencia, la realización de la persona, y otra, la sociedad del consumo, del vacío de la persona. Al optar por el bien que encierra una verdad, la persona se realiza y ayuda a que los otros también trasciendan, salgan del individualismo y el conformismo.

En esta sociedad es más fácil desvincularse de todo compromiso social y de toda responsabilidad respecto a los actos de cada uno. El utilitarismo de mercado ha ido permeando las decisiones hasta conformar argumentos pragmáticos. Es una sociedad que promueve elegir racionalmente con base en el imperativo del mayor beneficio individual posible al menor costo, pero no gusta de tener en cuenta las consecuencias a largo plazo de estas elecciones.

Max Weber formuló la distinción fundamental entre “ética de la intención” y “ética de la responsabilidad”. La primera persigue el bien y no tiene en cuenta las consecuencias. Aunque el mundo se hunda, la buena intención es lo único que vale. La ética de la responsabilidad, en cambio, tiene en cuenta las consecuencias de las acciones. Si las consecuencias son perjudiciales debemos abstenernos de actuar. La ética de las buenas intenciones, que está hecha toda ella de fines y no de medios, de por sí solamente puede ser destructiva. Perjudica a todos y no le sirve a nadie. Un aspecto de la cuestión que no suele considerarse es el de quién paga los costes.

Hemos creado una civilización hija del mercado, de la competencia despiadada y de la victimización; se ha perdido la solidaridad y la fraternidad. En el mundo de hoy la gran crisis no es económica o ecológica, es política. Venimos a la vida para intentar ser felices. No podemos ir al mercado a comprar vida. Y no podemos enajenar nuestra vida al crédito, pago mensual toda la vida. Pero si la vida se nos va a escapar trabajando y trabajando para consumir un plus, esta no es la vida a la que aspiramos. ¿Pagar la mensualidad de lo que debemos por los bienes que consumimos es a lo que venimos a la vida? El desarrollo tecnológico no puede ser en contra de la felicidad.

@SalvadorHV

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