Rodrigo Alpízar

El proceso de transición sigue su marcha y el debate también. Se discuten los avances del sexenio, pero sobre todo lo que no se ha logrado resolver como el tema de seguridad.

La efectividad de la PGR ha bajado considerablemente en su relación a sus asuntos desechados por los tribunales.

También se discute sobre los alcances de las infraestructuras del sexenio, en particular, al respecto de la factibilidad del nuevo aeropuerto para la CDMX.

En este asunto progresa la idea de la consulta, altamente valorada por la población.

La democracia participativa a través de consultas, referéndums, sondeos y foros temáticos se prepara para resolver el destino de ese proyecto.

Los estudios de opinión arrojan un empate técnico, al menos, entre el proyecto NAIM y la continuidad del aeropuerto actual y Santa Lucía.

Desde la perspectiva técnica, las instituciones, agrupaciones empresariales y expertos internacionales señalan la pertinencia del proyecto transexenal.

La transición de gobierno también actúa en la instalación de la legislatura del cambio de régimen.

Esta legislatura tendrá el reto de reconfigurar el mapeo temático y las prioridades políticas, además de hacer sinergia con el Poder Ejecutivo para acelerar los cambios, a través del consenso y la construcción de mayorías estables.

La integración de los equipos de alto nivel de las dependencias continuará para precisar los diagnósticos, perfilar los proyectos sexenales en los que participara cada secretaria de estado, así como el perfil del nuevo programa de gobierno.

Para este tema de participación ciudadana y democracia deliberativa, el sector empresarial ha sido ejemplar.

Tanto el CCE, como CONCAMIN y CANACINTRA han presentado propuestas de política industrial para el futuro plan nacional de desarrollo que guiará las acciones de gobierno.

El nuevo plan nacional de desarrollo que se confecciona, desde ya, a partir del proyecto de nación, del estado de la administración pública y de una reingeniería institucional, que por lo menos, augura un reenfoque de los servicios, los costos y el tamaño del propio gobierno.

La simbiosis entre el gobierno que sale y el que viene se ha consumado en la renegociación del TLCAN. Como quiera que sea para México y los tres países, el libre comercio es estratégico y por supuesto tiene costos y concesiones para configurar los acuerdos y su correcta instrumentación.

La participación ciudadana ha acompañado la negociación con mucha disciplina y responsabilidad, a través del Consejo Consultivo de Negociaciones Comerciales Internacionales, el denominado cuarto de junto.

Por lo pronto se aceleran los procesos de transición, y como nunca antes, sus resultados serán noticia, tendrán eco en el debate público y las correcciones, ajustes y reenfoque institucional ya se empiezan a constatar en la realidad del cambio.

La transición de gobierno ha generado un marco para el diálogo y la democracia participativa. De hecho, la consulta para la definición del proyecto del aeropuerto se está diseñando para que sus preguntas sean adecuadas para soportar la toma de decisiones.

 
 

También, el diálogo con el sector empresarial es continuo para fomentar la inversión, la generación de empleos, fortalecer los enfoques de desregulación y el combate a la corrupción.

La renegociación del TLCAN ha sido fundamental para la certidumbre y atenuar la volatilidad y la incertidumbre que se ciernen sobre México. La adaptación al cambio exige una política industrial operada por 12 secretarias de estado con el concurso de sus partes interesadas.

La transversalidad de la política industrial ha sido el principal factor que inhibe la efectividad de las políticas públicas, que no alcanzan a incidir en el aumento de la productividad y la innovación, que no logran la desregulación efectiva y una coordinación adecuada que fomente la inversión y el crecimiento económico.