Crecimiento económico ante la incertidumbre

Columnista: Rodrigo Alpizar
   
La economía mexicana ha venido creciendo a un promedio de 2 % anual desde hace 25 años, salvo algunos episodios de crisis financiera, que han motivado nuevos esquemas para el blindaje de la economía nacional ante la volatilidad, la incertidumbre, la especulación y la fuga de capitales.

Sin embargo se insiste en distintos ámbitos que ese promedio de crecimiento económico no es suficiente para absorber el bono demográfico y el más de un millón de jóvenes que se incorporan al mercado de trabajo, así como para generar una garantía de movilidad social.

Entonces, hemos visto distintos modelos de crecimiento que impulsan su calidad, sustentabilidad, aceleración y de redistribución, así como el denominado crecimiento verde en el contexto de una economía circular.

El crecimiento verde adoptado por la presente administración, se basa en un tipo de desarrollo económico que desvincula del mismo, el voraz consumo de materiales y energía. Al momento ya necesitamos cinco planetas, si todo el mundo sostuviera la producción y el consumo de Costa Rica, que es un país pequeño y conservacionista.

El enfoque de reducir el consumo de recursos naturales para lograr el mismo nivel de crecimiento no es nuevo, ya el Club de Roma había alertado a finales de los años sesenta del siglo pasado, sobre los límites del crecimiento económico del planeta. Sin embargo, en el contexto actual, donde la conciencia planetaria ya ha pasado por serios peligros, como el deterioro de la capa estratosférica de Ozono y el calentamiento global, el crecimiento económico per se, pasa de una connotación positiva a una negativa o de riesgo.

Es así que el crecimiento verde permea en la discusión pública y se convierte en un principio de política pública, sí se quiere el crecimiento pero no a toda costa. Por ejemplo, un impulso económico con el deterioro del medio ambiente, el agotamiento de los recursos naturales, la contaminación intrínseca de la actividad humana y que lejos de equilibrar la pirámide social, tienda a polarizarla con mayor desigualdad y pobreza, en vez de ser el principal motor de compensación y movilidad social, se vuelve en contra de los principios rectores de la sostenibilidad económica, ambiental y social.

Los gobiernos de México han declarado la posibilidad de crecer por encima de su potencial y llevar el ciclo económico a una espiral virtuosa de crecimiento con calidad de vida, y ahora, con equidad regional, dado que se reconoce ampliamente la existencia, de al menos, dos Méxicos, unos estados que crecen a niveles de Asia y otros que simplemente no crecen, e incluso decrecen en un contexto de pobreza y desigualdad como los estados del sur.

El modelo de crecimiento que propone al economía verde, se refiere a que cada aumento porcentual del PIB, se acompañe con metas de reúso y reciclaje de los materiales que ya existen en la vida útil de los materiales por un lado, y por otra parte, con la disminución de la energía requerida para todo el ciclo económico y que sea cada vez más, de fuentes renovables y bajas en emisiones de carbono.

Los datos recientes de crecimiento del PIB industrial son alentadores en relación a que las Reformas Estructurales y la maduración de algunas inversiones, que han tenido sus efectos multiplicadores en el desarrollo. Ahora el crecimiento se basa en una plataforma logística mejor estructurada, en una infraestructura ampliada y en marcos legales modernos que buscan desarrollar nuevos mercados y entidades reguladoras cuyo propósito es la adecuada implantación del nuevo marco legal.

En el tercer debate presidencial se tocará el punto de crecimiento económico y esperamos de los candidatos propuestas claras, que garanticen no sólo aprovechar el potencial de México, sino multiplicarlo, expandirlo hacia las regiones menos favorecidas y consolidando las regiones maduras e integradas.

El crecimiento sin equidad y equilibrio ambiental no es viable, la pregunta es cómo. Los candidatos propondrán políticas públicas de crecimiento económico que lo logren con metas claras. Diversos gobiernos han partido de propuestas políticas de crecimientos de 5 y 6% anual con muy pocos resultados y ante ello, esperamos de los candidatos más que enunciados, propuestas específicas de cómo lograr un crecimiento económico sostenido, ambientalmente sustentable y socialmente incluyente.

La existencia de un México formal y altamente productivo, y uno informal mucho menos productivo e incluso ilegal, es un lastre para el desarrollo y las políticas públicas. En medio de esta dualidad económica y social, no sólo hay la injusticia de un 57 % de empleos informales y mal pagados, sino que el sector formal recibe la carga regulatoria y tributaria con altos costos de transacción y corrupción.

En el sector empresarial se ha insistido en el tema de los contribuyentes cautivos a los que se les “carga la mano” con la sobreregulación y los incrementos de impuestos. Para ello, no es redundante insistir en ampliar la cobertura fiscal, la inclusión financiera, el fomento al empleo formal de los jóvenes y ampliar los incentivos a la formalización de la producción y consumo informales.

No se trata de crecer solamente, se debe garantizar nuevos mecanismos estructurales de producción y empleo digno. Por supuesto, es la inversión generadora de empleo la que puede dar cauce a la compensación y movilidad social, no los decretos y el voluntarismo. La inversión pública como proporción del PIB debe aumentar de su raquítico 3.8%, al menos a 8% del PIB, con más beneficios sociales, sinergia económica y articulación sectorial, donde la inversión privada no encuentra adecuadas condiciones de localización, valorización, productividad, recursos naturales y mano de obra calificada, como sucede en el sur de México.