Rodrigo Alpízar

El sexto informe de gobierno marca el fin del sexenio y un punto de partida para la administración entrante. El país no se construye cada seis años y los resultados son un reflejo del propio progreso de México en muchas áreas como la democracia, la ciencia y la tecnología, la salud y nuevas infraestructuras.

Con base en los enfoques incrementalistas anglosajones, en el sexto informe de gobierno se muestran avances relativos en función de la historia reciente del país para demostrar los avances cuantitativos en cada tema, además del despliegue de un sistema de comunicación montado para la difusión de los logros del sexenio que encabezo el propio presidente que incluyo spots de TV y Radio, redes sociales y el portal digital del gobierno. En un sistema de videos, informes transversales y logros estatales, se desplegó una estrategia de comunicación como nunca antes se vio en el sexenio.

Compromisos, logros y algunas explicaciones al calce, que no se dieron en su momento, sobre algunos de los hitos de la presente administración con alto impacto mediático, como los escándalos de corrupción, los estudiantes normalistas desaparecidos y el gasolinazo, fueron noticia y motivo de discusión al cierre de la semana pasada.

Por supuesto, el énfasis en las reformas estructurales y de la reforma educativa en particular resaltan en la narrativa del cierre de un contexto. Se recupera la rectoría de la educación para el Estado mexicano, se diseña y se implanta un nuevo modelo educativo, así como se dan pasos firmes para lograr mayor calidad educativa.

Con la estrategia de comunicación, se deja ver un presidente más cercano y con mayor claridad delo que se hizo, sin duda una modulación a los bajos índices de aprobación que ha mostrado en su administración.

Al mismo tiempo, observamos la instalación del Congreso en la primera sucesión a una mayoría de izquierda, bajo el cobijo de un político muy experimentado y conocedor de las buenas maneras y lo políticamente correcto.

La institucionalización del nuevo régimen se verifica al mismo tiempo del sexto informe del sexenio, refleja una nueva correlación de fuerzas que le dan amplia mayoría al partido del nuevo gobierno y más aún, con nuevas alianzas, esa mayoría podría ser aplastante para futuras reformas y cambios institucionales que se han prometido y anunciado desde la campaña.

El sexto informe de gobierno también se encuentra ante la disyuntiva de la conclusión de las negociaciones del TLCAN 2.0, o en su caso, un acuerdo bilateral EEUU-México de libre comercio y política industrial para garantizar una reindustrialización estratégica de EEUU con base en el artículo 232, que deja mucho margen de maniobra a nuestra contraparte comercial para materializar sus objetivos de inversión, generación de empleo y reindustrialización de su país.

Si bien el TLCAN 1.0 se configuró para desarrollar una plataforma manufacturera en México enfocada al mercado más grande del mundo y, por su dependencia económica, alinear a México cada vez más con las políticas globales de EEUU, el TLCAN 2.0 que visualiza EEUU replantea sus objetivos para evitar mayores déficits comerciales en el futuro, responder a los argumentos de los sindicatos al respecto de los bajos salarios en México como dumping social y la vender caro el acceso a su mercado mediante reglas de origen más estrictas.

El cierre del sexenio abre expectativas más allá del último informe y de la entrega-recepción. Se mantiene abierta una agenda política comercial que se sincroniza con la estrategia electoral republicana para las elecciones intermedias de noviembre en EEUU, la cual requiere más espacios y más ideólogos nacionalistas en el Congreso, para hacer factibles las reformas que busca su presidente.

Los temas que empantanan las negociaciones se refieren a sectores a proteger, enfoques de propiedad industrial y tecnología, la eliminación de tarifas a diversos sectores, la liberalización de los mercados de telecomunicaciones y de la energía. Los mecanismos de solución de controversias y medidas correctivas del TLCAN 1.0 se ajustarán a mecanismos más flexibles, menos costosos y con mayor certeza legal para las partes.

De cualquier manera, la estrategia del embudo funciona para EEUU. Por un lado México ya aceptó su “marco particular” y está por definirse lo que le falta de “carácter trilateral”, dado que las negociaciones solo tuvieron vacaciones y un espacio de reflexión para saber hasta dónde se estira la liga y si Canadá abre más su economía para que, en un par de semanas, seajuste su marco comercial y emprender el reto de una nueva versión del TLCAN con ventajas para los tres países.

Por lo pronto, EEUU ya encaminó su notificación al Congreso para ampliar sus negociaciones y firmar un acuerdo trilateral en los próximos 90 días, lo cual es sólo un protocolo que lleve al “Fast Track”, es decir un procedimiento rápido que permite al presidente negociar y lo acordado poderlo aprobar en paquete.

Sin duda, un cierre de sexenio diferente a los que habíamos visto y del cual, aún tenemos tres meses en su desempeño con un nuevo Congreso, que ya ha fijado posturas responsables, progresistas y políticamente correctas, para emprender un nuevo diálogo parlamentario.