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La carta en la madrugada: Memoria Insurgente para mi hija.

Jaime Martínez Veloz
El Subcomandante Marcos entró desarmado, tras entregar sus armas a doña Rosario Ibarra. Su presencia, vestida de café, con cartucheras cruzadas y una gorra con estrella sobre la capucha, conmovió a todos. Reconoció errores, expresó críticas, pero también abrió la puerta al diálogo. Advirtió que, si la CONAI y la COCOPA fracasaban, se perdería todo, incluso el país.
Sin embargo, lo más profundo ocurrió horas después, en otra cabaña más pequeña, a las cuatro de la madrugada. En ese espacio íntimo, entre humo, silencio y palabra, tuve una conversación privada con Marcos. Lo acompañaba el Mayor Moisés. Le regalé una pipa y tabaco que había traído desde Tijuana. Fue un gesto sencillo, pero cargado de respeto: un puente entre la frontera norte y la selva chiapaneca, entre la memoria personal y la insurgencia colectiva.
Durante esa charla, le hablé de mi hija Tania. Le conté que dos años antes, su madre, Irene, había fallecido de cáncer. Que desde entonces, Tania y su hermana Adriana vivían una tristeza profunda, que ni el tiempo ni las palabras lograban disipar. Marcos escuchó con atención, sin interrumpir. No ofreció respuestas fáciles. Sólo dejó que la noche siguiera su curso, como si supiera que la palabra justa no se improvisa, sino que se gesta.
Horas después, el comandante Tacho me pidió que lo siguiera. Me entregó una carta escrita por Marcos, dirigida a Tania. Era una ofrenda poética, un gesto insurgente de ternura. Un documento que no hablaba de estrategia ni de política, sino de consuelo, de afecto, de dignidad

https://zetatijuana.com/2025/11/la-carta-en-la-madrugada-memoria-insurgente-para-mi-hija/

Crónica desde el subsuelo constitucional: cuando el arriero de vacas, hermano del que vive en La Chingada quiso mandar más que la ley

Jaime Martínez Veloz

Desde los pasillos alfombrados del Senado, donde la palabra se vende y la ley se dobla, llegó la orden disfrazada de iniciativa. La envió la Presidenta de la República. No traía retroactividad. Pero en la cúpula de los chalecos guinda, donde el poder se cocina a fuego lento y los pactos se firman con tinta invisible, alguien decidió meterle mano.

Adán Augusto López, el hermano del que dice vivir en La Chingada, se movió como quien no necesita despacho presidencial para ejercer mando. Coordinador de senadores, sí. Pero también operador de silencios, tejedor de transitorios, estratega de la desmemoria... y ahora, ganadero. Porque cuando le preguntaron por sus ingresos millonarios, no habló de contratos ni de favores: habló de vacas. De herencias. De una súbita vocación por el campo que, curiosamente, floreció justo cuando los números empezaron a brincar en sus declaraciones patrimoniales. El constitucionalismo, al parecer, no da para tanto. Pero la ganadería, sí.

Fue él quien permitió que el senador Manuel Huerta Ladrón de Guevara introdujera un artículo retroactivo en la reforma a la Ley de Amparo. Un acto que contradice el artículo 14 constitucional y convierte el derecho en mercancía de coyuntura. Como si el amparo fuera ganado que se puede marcar con hierro nuevo.

¿Para qué lo hizo? ¿Para mostrar que él manda más que la Presidenta? ¿Para ponerla contra la pared, como quien reta al espejo para ver si se rompe? No lo sabemos. Pero lo que sí sabemos es que en esa sesión, la dignidad fue ausente y la obediencia fue ley.

Y aquí, desde la trinchera de la palabra, escribimos los nombres de quienes votaron esa barbaridad, no para condenarlos, sino para que la historia los mire de frente:

• Coahuila: Cecilia Guadiana y Luis Fernando Salazar Fernández, que no sólo votaron contra la Constitución, sino que traicionaron el símbolo profundo de lo que significa Coahuila. Hicieron a un lado el Plan de la Hacienda de Guadalupe, la lucha por la democracia de Madero, los combates de Villa en Torreón y el significado del Cardenismo y el reparto agrario en la Laguna. Al estilo de Victoriano Huerta, le dieron un golpe de Estado a la Constitución.
• Baja California: Armando Ayala Robles y Julieta Ramírez Padilla, senadores que representan a un estado donde la Gobernadora tiene un expediente en Estados Unidos cuya portada dice "terrorista". No fue un error administrativo. Fue una señal. Y ellos votaron como si eso no importara.
• Chiapas: Sasil de León Villard y José Antonio Aguilar Castillejos, a quienes habría que recordarles el mandato zapatista de "Mandar Obedeciendo". Pero en lugar de eso, obedecen sin chistar las órdenes del nuevo y exitoso arriero de vacas, Adán Augusto López. Como si la dignidad indígena fuera intercambiable por consignas de partido.


Y mientras todo eso pasaba, la Presidenta tuvo que aclarar que ese transitorio no era suyo. Que no lo pidió. Que no lo escribió. Pero ya era tarde. El Senado había votado como quien firma un despojo.

Esperamos que ese despropósito sea rechazado en la Cámara de Diputados, y que si la obediencia vuelve a imponerse sobre la razón, sea la Suprema Corte de Justicia de la Nación quien lo declare inconstitucional. Porque si la ley no se defiende desde adentro, habrá que defenderla desde abajo.

Nosotros, los que escribimos desde la tierra que no se vende ni se calla, decimos que la ley no se negocia. Que la Constitución no se dobla. Que el pueblo no es trámite ni estadística. Y que cada nombre que votó esa traición será recordado, no por sus discursos, sino por su silencio cuando la justicia los llamó.

Porque la memoria es rebelde. Y la dignidad, aunque la quieran legislar, no se extingue.