Arcelia Ayup Silveti

Se fue uno de los grandes entre los grandes, poeta, cantautor, pintor, escultor, director de cine y actor: Luis Eduardo Aute.  Lo admiro desde hace más de tres décadas, me sorprende su extraordinaria sensibilidad para generar arte de manera tan prolífica y generosa. 

Seguí su trayectoria musical de casetes a discos de larga duración, a cds y las tendencias actuales para escucharlo. Luis Eduardo compartió escenarios con los máximos exponentes musicales, nos legó su arte en lienzos, esculturas, en el cine y en canciones. 

Tuve la oportunidad de verlo frente a mis sentidos un par de ocasiones, en un teatro de Salamanca, España en el 2004 y en Saltillo en el 2013.  En ambos conciertos atestigüé su virtuosismo y maravillosa sencillez, así como su desbordante talento. 

Me cautivó su gran conexión con el público y cómo nos llevaba de la mano con sus canciones. Aute fue mucho más que un referente en la vida musical europea e internacional, aunque él se imaginara más pintor que cantautor. Combinaba su tiempo entre el arte, viajes, amores, comidas y amigos con una cosmovisión única.  Arropó a varias generaciones de jóvenes enamorados de sus canciones; era sorprendente observar a personas de todas las edades cantando con él en sus conciertos.  Me atrevo a decir que con sus letras, los jóvenes enamorados enamoraban a sus enamoradas y viceversa.

Es imposible omitir algunas de sus hermosísimas canciones que son mis biblias:  “De paso” un canto a la vida, “Mojándolo todo”, la musicalización sumamente erótica de un poema que él llamaba canción; “El niño que miraba al mar”, un llamado especial a reencontrarnos con nuestro niño interior”; “Sin tu latido”, los efectos de la ausencia pura; “Giraluna”, un autoretrato (Auteretrato, como tituló a uno de sus materiales) de él mismo, insurrecto y libre.

Así inicia la canción “De paso”, de su autoría: “Decir espera es un crimen, / decir mañana es igual que matar. / Ayer de nada nos sirve, / las cicatrices no ayudan a andar”.  Desde ayer, 4 de abril no está Aute, nos deja una cicatriz que nos invita a soltar. VivAute por siempre. 

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