Arcelia Ayup Silveti

Con gran maestría, el poeta chileno Pablo Neruda dignifica una hortaliza que vemos a diario como un ingrediente para alimentos, o como elemento primario para una guarnición. La dignifica, como una reina plagada de elogios, de fragancias de la tierra, como hada madrina, o más hermosa que un ave de plumas cegadoras.

Después de leer su poema “Oda de la cebolla” no podemos observar este bulbo como lo hacíamos anteriormente. El Nobel de literatura la envuelve en palabras emotivas que nos hace apreciarla generosa, fecunda, y clara. Nos presta sus ojos para presentárnosla como una reina, en forma de granizo: “Estrella de los pobres, / hada madrina / envuelta / en delicado / papel, sales del suelo, / eterna, intacta, pura /como semilla de astro, /.

Neruda, se refiere a la cebolla como un ente por sí solo, en cambio, el poeta español Miguel Hernández, la muestra como un elemento de angustia y fortaleza dentro de un contexto en su poema “Las nanas de la cebolla.” Es tan hermoso como triste. El poeta fue preso en Sevilla, España durante el régimen franquista cuando intentaba huir a Portugal. Ahí se entera que su esposa Josefina solo se alimentaba de pan y cebolla, así amamantaba al hijo de ambos, con sangre de cebolla. El resultado fue el excepcional poema “Las nanas de la cebolla”, que se ha convertido en una de las canciones de cuna más trágicas de la poesía española y que ha cruzado fronteras.

Se refiere a la cebolla como grande y redonda, haciendo alusión a la pobreza imperante en la Guerra Civil Española. El amor y la desesperación del autor por no poder ayudar a su esposa y a su hijo se manifiestan en “Las nanas de la cebolla”.

El poeta y su familia fueron parte de los cientos de familias que sufrieron hambre, separación de sus seres queridos, muerte y censura. Sin embargo, Miguel Hernández no renuncia a seguir creyendo, a tener fe, a tomar fuerzas de su hijo: “Tu risa me hace libre, / me pone alas. / Soledades me quita, / cárcel me arranca. / Boca que vuela, /corazón que en tus labios relampaguea.” Gracias a ambos poetas por estos regalos.