Iván Garza García 

Siendo uno de los estrenos más esperados de la temporada, la película Joker ó el flipante payaso que mola (para que bien me entiendan los lectores de la Madre Patria), logró obtener la friolera de 234 millones de dólares en tan solo los primeros tres días de exhibición. De hecho, el referido filme fue el más visto en nuestro país el pasado fin de semana, con 4.3 millones de asistentes y una recaudación de 263 millones de pesos; lo anterior, según datos de la Cámara Nacional de la Industria Cinematográfica.

La pieza producida bajo el sello de DC Comics representa – sin lugar a dudas – la joya de la corona para el segmento cinematográfico de la marca y ha sido uno de los sucesos más comentados del presente año, por lo que hace a la industria del entretenimiento.

La soberbia interpretación del estadounidense (aunque nacido en San Juan, Puerto Rico) Joaquín Phoenix en el rol estelar, le ha valido - en forma por demás anticipada - la candidatura natural para hacerse con el Oscar al mejor actor protagónico en la próxima entrega de las codiciadas estatuillas doradas.  Tal ha sido la atención que el respetable ha prestado al largometraje que ahora no pocos se han convertido, de la noche a la mañana, en experimentados críticos del séptimo arte. Así, las benditas redes sociales se encuentran plagadas de publicaciones en las que se habla (como si se supiera) de la solidez del guión y el estilo narrativo; de la fotografía y la paleta de colores empleada; del rebuscado plot y la encomiable dirección de arte. Todos parecen tener una opinión acerca del filme; sin embargo, su contenido de fondo va mucho más allá de lo que visualmente nos ofrece.

Ambientada en el año de 1981, el Joker retrata la vida de un hombre que es el resultado de la indiferencia de su entorno; ignorado por la sociedad en la que se desenvuelve, el personaje es víctima de su propia frustración a la que se suman una serie de trágicos sucesos que lo llevan a convertirse en un sanguinario criminal. Finalmente, en una suerte de catarsis, la película logra congraciar a la audiencia con el villano, pues se muestra a detalle lo que puede ser considerado como la redención de una mente atormentada.

Escribió Enrique Abasolo y lo cito: “… para entender Joker es necesario medio entender el mundo actual”. Coincido a pie juntillas con lo dicho por el versátil columnista. Nunca será fácil tratar de comprender los recovecos del pensamiento humano sin tener una visión general del contexto presente.

“Cada cabeza es una barbacoa”, decía Don Héctor; luego, cada persona reacciona en forma distinta ante los estímulos sensoriales.

La crudeza del largometraje de marras se da por descontada; de ahí que los efectos que puede llegar a producir en el público deben ser analizados con detenimiento. En los Estados Unidos, algunas cadenas prohibieron la entrada a las salas a quienes portaran disfraces o acudieran con el rostro maquillado, esto para prevenir lo acontecido en el año 2012, cuando un sujeto irrumpió en un cine y disparó contra los espectadores, mientras se exhibía Batman, el Caballero de la Noche.

Y si usted, amable lectora (mi mamá), considera que lo antes mencionado raya en la exageración, déjeme le cuento que lo impensable (o al menos lo indeseable) ya ocurrió y fue precisamente aquí, en nuestro México lindo y querido.

Resulta que un estudiante de la Universidad Autónoma de Yucatán, inspirado en las atrocidades cometidas por Arthur Fleck (Joker), amenazó con llevar a cabo un tiroteo al interior de la institución educativa. De acuerdo con unas capturas de pantalla obtenidas de un chat de WhatsApp entre compañeros de la Facultad de Matemáticas, el joven identificado como Yael “N”, aseguró haber tomado de la casa de su tío una escopeta, una pistola y varios cartuchos, con los que planeaba perpetrar el ataque. Incluso, hizo un llamado a sus amigos para que evitaran asistir a clases el lunes, al tiempo que indicó que había practicado matando perros, imaginando que eran las personas contra las cuales detonaría sus armas. Posteriormente, quien sembró el pánico entre los universitarios terminó disculpándose, asegurando que todo se trataba de una broma de mal gusto.

Aquí en confianza, el contenido de la conversación a la que me he referido es verdaderamente escalofriante. “Ya te dije que estoy hasta la madre de todo y me voy a llevar a todos lo que pueda”, reza uno de los mensajes.

Lo dije antes y lo reitero, como sociedad hemos enfermado gravemente y la cura no se encuentra en la actividad de las instituciones públicas, al menos no completamente. Habrá que tomar medidas urgentes; por lo pronto, aprendamos a escuchar los silencios de nuestros hijos; es un buen comienzo, ¿no cree usted?. Ahí se los dejo para la reflexión.