Iván Garza García

La debacle de la televisión mexicana comenzó mucho antes de la irrupción de las plataformas de streaming en el mercado del entretenimiento. Salvo honrosas excepciones, los proyectos de las principales televisoras nacionales dejaron de ser interesantes. Los magnates de la industria sabían que contaban con un público cautivo que se conformaría con la programación ofrecida, por más pobre que esta fuera. De no ser por las infaltables telenovelas o los reality shows, la señal transmitida por la pantalla chica se hubiera apagado hace varios lustros. En ese contexto, a finales de los noventa, la paisana torreonense Carmen Salinas gritaba a todo pulmón: “esto sucede hasta en las mejores familias”. El talk show a la mexicana era un mosaico de todas las rarezas y excentricidades que podían caber en una hora de programa. La idea – que no nueva – era presentar problemáticas familiares comunes con un toque de humor (si a eso podía llamársele humor). Lo anterior viene a cuento gracias al tremendo rifirrafe que se traen nuestros hermanos colombianos y, por supuesto, la familia presidencial.

Vámonos por partes.  Nicolás Petro Burgos, a mayores señas hijo del actual Presidente de Colombia, se casó con Day Vásquez allá por 2019; pero, fue en el año 2022 – en medio del proceso electoral – cuando, de rodillas y en un departamento repleto de globos en forma de corazón, le propuso a su mujer llevar el matrimonio hasta el mismísimo altar. La dama, notoriamente conmovida, dio el sí y posteó en sus redes sociales: “un Petro me expropió el corazón” (cursi pero efectivo). Entre tanto, la romántica pareja presuntamente se dedicaba a conseguir financiamiento ilegal para la campaña de Gustavo Petro y ya de paso, obtenían recursos para ellos mismos (esos globos no iban a pagarse solos). Pero como donde comen dos comen tres, llegó a la vida de Nicolás Laura Ojeda, modelo y abogada ella, quien hoy por hoy lleva en su vientre dolor, cansancio y nada menos que al nieto del mandatario sudamericano. Ante las sospechas de infidelidad, Day se las arregló para acceder al celular de Laura y consiguió sobre ella información encriptada. Para estas alturas debe usted saber, amable y única lectora, que Laura era la mejor amiga de Day. Hasta ahí la ruptura amorosa ya era todo un escándalo entre los parceros y las parceras, pero lo que vino después no se le hubiera ocurrido ni al más ingenioso de los guionistas de Hollywood en huelga. Nicolás y Day fueron detenidos en Barranquilla para enfrentar cargos de enriquecimiento ilícito y lavado de dinero, y aunque ambos ahora mismo siguen los procesos en libertad, sus declaraciones fueron lapidarias. Day ofreció información relevante a la Fiscalía de aquel país, al tiempo que responsabilizó a Nicolás de armar una complicada red de lavado; este, hizo saber a las autoridades que una buena parte de los recursos obtenidos a través de operaciones ilegales habían entrado a la campaña presidencial de su padre; incluso, reconoció haber recibido dinero del narcotraficante Samuel Santander Lopesierra.

Mientras todo esto ocurre, el gobierno del primer presidente de la izquierda colombiana parece desmoronarse a un año de su inicio. El mandatario que obtuvo una votación histórica en la segunda vuelta y fuera calificado como un verdadero reformista, rompió la coalición que lo llevó al poder; sustituyó a la mitad de su gabinete por diferencias; dio por terminada la “luna de miel” con el Poder Legislativo; se vio obligado a endurecer su retórica y, por si fuera poco, la gestión que encabeza ya registra 59 por ciento de desaprobación popular. En lo dicho, sucede hasta en las mejores familias.

Aquí en confianza, frente a tortuosa relación de Nicolás y Day cobra relevancia una de las frases más hermosas escritas por el “Flaco de Úbeda”, Joaquín Sabina: “No hay ni una historia de amor real que tenga un final feliz. Si es amor, no tendrá final y si lo tiene, no será feliz”. Ahí se los dejo para la reflexión.  

 

 

Nota. Lo antes expuesto representa

 la opinión personal del autor