Iván Garza García 

El supuesto atentado contra el presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Nicolás Maduro Moros, ocurrido el pasado sábado durante el desfile militar llevado a cabo con motivo del Aniversario de la Guardia Nacional, deja mas dudas que respuestas. Eran casi las seis de la tarde y justo en el momento en el que el mandatario ofrecía a la audiencia un mensaje respecto a las impostergables medidas para la recuperación económica, fueron escuchadas algunas detonaciones provenientes de un par de drones que sobrevolaban el lugar. Ante el estruendo, Maduro se vio obligado a interrumpir su arenga para después abandonar el templete parapetado entre escoltas y escudos.

“Han intentado asesinarme el día de hoy”, declaró sin tapujos a los medios de comunicación el izquierdista de origen caraqueño, quien más tarde acusó a su homólogo colombiano, Juan Manuel Santos, así como a los Estados Unidos y a la oposición venezolana, de ser los autores intelectuales de la ofensiva en su contra. Luego, el Fiscal de la nación caribeña, Tarek Willam Saab (designado en el cargo por la Asamblea Nacional Constituyente y afín a Maduro), informó que fueron detenidos en flagrancia los operadores de los mentados drones; tras lo cual, el gobierno Chavista relacionó los hechos con las actividades del ex policía rebelde Oscar Alberto Pérez, quien fuera ultimado en un violento operativo a principios del año, luego de haberse convertido en enemigo del régimen al liderar la disidencia policial contra el presidente y volar un helicóptero sobre la sede del Supremo Tribunal de Justicia, enarbolando una pancarta con la leyenda “libertad”. Como si esto fuera poco y para enrarecer aun más el ambiente, el grupo autodenominado “Soldados de Franela” se adjudicó el intento de magnicidio mediante un escueto comunicado vía Twitter.

Mientras esto escribo – considerando el muy amplio abanico de posibles causantes de la supuesta agresión contra Maduro - me viene a la mente la comedia de humor negro “Drowning Mona” (“Quien no mató a Mona”), producida en el año 2000 y protagonizada por Bette Midler y Danny de Vito. Entenderán la analogía quienes hayan visto la película; los que no, pueden consultar el infaltable Netflix.

Respecto al acontecimiento de marras, hay tantos cabos sueltos que el mundo entero ha cuestionado la veracidad del ataque. El gobierno venezolano habló de la existencia de al menos siete elementos militares heridos; sin embargo, solo se ha difundido la fotografía de uno de ellos. Por su parte, las imágenes que muestran algunas ventanas rotas, fachadas quemadas y una pequeña llamarada que se asoma de un edificio, han generado la sospecha de un montaje.

Poco se dice pero es cierto: Nicolás Maduro, quien en el año 2013 asumió la presidencia de Venezuela tras la muerte de su antecesor, Hugo Chávez y que, incluso, ha sido reelecto por sus compatriotas para el período 2019-2025, después de una cuestionada elección que le valió a ese país la histórica suspensión como miembro de la Organización de Estados Americanos, ha denunciado hipotéticos intentos de asesinato en una veintena de ocasiones durante los últimos cinco años.

Aquí en confianza, se dice que la situación económica de Venezuela es tan compleja y las medidas de rescate propuestas por el gobierno tan inviables, que el presunto atentado contra el jefe del ejecutivo es una densa cortina de humo para desviar la atención de la población frente a la creciente carencia de alimentos y los elevados costos de los productos básicos. Por su parte, la comunidad internacional ha considerado que los hechos del pasado sábado permitirán al gobierno Chavista reforzar el aparato represivo contra la oposición, la cual ya ha convocado a una gran marcha contra el programa de mejoría económica anunciado por Maduro, mismo que incluye - entre otros aspectos - la reconversión monetaria y el decreto para la exención de gravámenes. Si todo fluye conforme lo presupuestado, el referido programa entrará en vigor el próximo 20 de agosto y sus resultados son de pronóstico reservado.

Si bien, acá nos enfrentamos a nuestros propios desafíos, bien vale la pena que - de cuando en cuando - los mexicanos posemos la mirada sobre el devenir en Venezuela. Ahí se los dejo para la reflexión.