Iván Garza García

“Levantaron al alcalde de Guerrero junto con su familia”, podía leerse en un mensaje de esos que llegan de manera profusa a los grupos de WhatsApp de los que formo parte y en los que eventualmente participo enviando ya la honda reflexión, ya el simpático meme. La lectura del breve texto trajo consigo una especie de frío que empezó en la nuca y recorrió la espalda. Como muchos otros, no pude evitar recordar los aciagos momentos que se vivieron en Coahuila cuando la entidad era asolada por el monstruo de la delincuencia organizada.  Entonces, noticias como esa eran el pan de cada día; de todas las horas del día. “Ya valió madre”, reaccionó de forma inmediata uno de los distinguidos miembros del colectivo de marras; le siguieron otros lamentando el suceso. Minutos más tarde alguien nos hizo saber que los hechos habían ocurrido en el vecino estado de Tamaulipas, justo en la carretera Ribereña, conocida también como el hoyo negro, por la cantidad de desapariciones que se han registrado precisamente en ese tramo.

Mario Cedillo Infante regresaba a su municipio procedente de Oaxaca hasta donde había acudido para participar en un evento turístico; se hacía acompañar por su familia y un grupo de colaboradores. “Ya vamos a tomar la carretera 2, estamos casi saliendo de Nuevo Laredo”, fue el último mensaje que pudo enviar el edil guerrerense tras informar por la misma vía que él y su comitiva estaban siendo perseguidos por personas fuertemente armadas a bordo de dos camionetas. Ya no hubo contacto alguno. Las nueve personas fueron privadas de su libertad cuando se encontraban a una hora de su llegar destino.

Lo que vino después sin duda raya en un acto de heroicidad y eriza la piel hasta del más recalcitrante adversario. La intensa movilización de elementos de la Marina y el Ejército, así como de las policías estatales de Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas, fue coordinada por el Gobernador Miguel Ángel Riquelme, quien tras conocer sobre la desaparición del presidente municipal y miembros del ayuntamiento, dio aviso a sus homólogos y a la autoridad federal, al tiempo que instruyó a los miembros del gabinete de seguridad para realizar las acciones necesarias que permitieran dar con el paradero de los plagiados. El operativo de búsqueda produjo resultados; tras catorce horas de terror, Cedillo y sus acompañantes fueron liberados y conducidos hasta Guerrero, en donde fueron recibidos por familiares y pobladores. Conteniendo el llanto, el munícipe atino a decir: “todos estamos bien” y se dirigió a la Presidencia Municipal para entrevistarse con el Fiscal General, Gerardo Márquez y la Secretaria de Seguridad, Sonia Villarreal.   

Aquí en confianza, ante las notas e imágenes que sobre el suceso inundaban las redes sociales, alguien – haciendo clara referencia al impresionante operativo desplegado - comentó: “tiene suerte de ser alcalde”; otro más complementó el comentario: “no; tiene suerte de ser coahuilense”. Tirios y troyanos lo distinguen, en Coahuila se trabaja diariamente para mantener los estándares de seguridad de los que hemos venido gozando en los últimos años. Nadie, absolutamente nadie, está dispuesto a regresar a los tiempos del miedo y la zozobra.

Bien haríamos en recordar que en 2012 Torreón llegó a ser considerada la quinta ciudad más violenta del mundo, registrando una tasa de 94.7 homicidios por cada 100 mil habitantes.  Pero al referido municipio lagunero llegó un alcalde que apostó por regresar la paz y la tranquilidad a sus conciudadanos. Luego, la misma fórmula aplicó en la entidad una vez que se convirtió en mandatario estatal y a la fecha, esta tierra continúa siendo un referente nacional en materia de seguridad pública. Un botón basta de muestra: según datos recién publicados por el INEGI, Saltillo se ubica de nueva cuenta como la capital más segura del país y el resto de los municipios coahuilenses gozan en general de las mejores condiciones para vivir.

Reconozcámoslo, a no pocos nos invade una genuina sensación de confianza cuando escuchamos a Riquelme afirmar enfático: “Aquí en Coahuila los cuido yo; allá, quien sabe”. Ahí se los dejo para la reflexión.