Iván Garza García

¡Amanda, ciérrale; te las estas acabando! era la inocente advertencia que hacia un niño en los anuncios televisivos lanzados por el gobierno mexicano con el propósito de crear conciencia sobre el uso del agua en los hogares. Era 1984 y a 38 años de distancia el mensaje nomás no penetró en las mentes del respetable. Así, el desabasto del vital líquido nuevamente es el tema que está en boca de todas y todos. No es para menos.

El monstruo de la sequía se agiganta y avanza con sorprendente velocidad devorando todo a su paso. En la actualidad,  70 por ciento del territorio nacional sufre carestía de agua y de acuerdo a la Comisión Nacional encargada de tales menesteres, en los últimos 15 días el número de municipios que presentan algún tipo de sequía pasó de 571 a 764. Como lo lee amable y única lectora, casi 200 localidades se sumaron a la desafortunada lista en menos de dos semanas. Según datos proporcionados por el Monitor de Sequía en México es el norte del país la región más afectada, siendo el caso de Nuevo León el que ha ocupado la mayoría de los titulares; sin embargo, aunque poco se difunde, la entidad que ha encendido todas las alertas es Baja California, pues 99.7 por ciento de su territorio se encuentra bajo condiciones de sequía.

Hoy por hoy las 210 principales presas con las que se cuenta en México registran un nivel promedio de llenado del 45 por ciento, con un déficit del 10 por ciento respecto al promedio habitual (que ya de por sí era bajo). Algunos casos son verdaderamente alarmantes, como el de la Presa Abelardo L. Rodríguez ubicada en Hermosillo, Sonora, la cual se reporta totalmente vacía; otras más contabilizan incluso menos del 1 por ciento del aforo. Como si lo anterior fuera poco, al buen Tlaloc le gusta eso de hacer distingos regionales y desde tiempos inmemoriales ha dividido al país en dos; así, mientras que  el 20 por ciento del territorio nacional localizado en el sureste recibe el 80 por ciento de las lluvias, en el 80 por ciento restante - donde se localiza precisamente la región norte - solo se capta el agua que corresponde al 20 por ciento de las precipitaciones pluviales. Se me hace que la mencionada deidad mexica tenía una novia allá por Huimanguillo o Centla. En cualquier caso, acá donde abundan las tolvaneras y la carne asada, el líquido nos llega embotellado y bajo la presentación de néctar ambarino, pero esa es otra historia.

Según los enterados, la sequía que azota el norte de México tiene su origen principalmente en el fenómeno meteorológico conocido como La Niña, el cual genera la disminución de la temperatura en la superficie del Pacífico ecuatorial y, con ello, la modificación de los vientos y precipitaciones. Como si con la pandemia no tuviéramos ya suficiente, La Niña y sus travesuras se han prolongado inusualmente por tres años consecutivos desde 2020, provocando con ello efectos más intensos.

Mientras que el déficit del agua es un tema que permea cada vez más en la arenga política, las medidas que empiezan a adoptarse se antojan insuficientes y tardías. Mucho se ha hablado del estrés hídrico provocado por los altos consumos a cargo de las industrias; sin embargo – según datos oficiales – al menos en el vecino Estado de Nuevo León, 65 por ciento del uso del agua se destina al sector agropecuario - ganadero y tan solo 4 por ciento va dirigido a la industria; incluso, el consumo público urbano es más alto con un 6 por ciento del gasto total.

Aquí en confianza, a esta alturas de poco o nada sirve deslindar culpas respecto a la creciente escases de agua. Las acciones para palear los efectos de los fenómenos meteorológicos y la sequía como consecuencia de estos, deben ser contundentes e impostergables. Ha quedado demostrado que un discurso no hace que llueva ni abastece los pozos. Aunque suene a soporífero cliché, lo mismo en el campo que en la  fabrica; igual en la oficina que en casa, a todas y todos nos corresponde racionalizar el uso del nunca tan preciado recurso y poner en contexto nuestras prioridades, pues como escribió con inmejorable tino el poeta y ensayista de origen británico naturalizado estadounidense, Wystan Hugh Auden: “miles de personas han sobrevivido sin amor; ninguna sin agua”. Ahí se los dejo para la reflexión.