Iván Garza García

En medio de lo que los especialistas han llamado la quinta ola de Covid (no estoy seguro de que tan solo hayan ocurrido cinco) el mundo entero se prepara para la inminente recesión económica que se acerca a pasos agigantados. El endurecimiento de las condiciones financieras - principalmente en Europa y los Estados Unidos - ha generado un marcado retroceso gracias al cual tendremos que lidiar con una nueva contracción del Producto Interno Bruto y altísimos niveles de inflación. El encarecimiento de productos y servicios se ha dejado sentir de manera inmisericorde, pero este es solo la punta del iceberg.

Es preciso aclarar al respetable que la precaria situación financiera no es – ni por asomo – exclusiva de México; de hecho, es el contexto global el que determina en mayor medida el irremediable escenario en el que habrá de colocarse nuestro país. De ahí que Moody´s Analytics adelantó que la recesión a la mexicana podría empezar a mostrar su peor rostro a mediados del próximo año y durará por lo menos tres trimestres.

Para nadie es un secreto que la pandemia sin precedentes a la que nos hemos venido afrentando ha producido toda suerte de descalabros, siendo los económicos los de más difícil medición, por lo que las consecuencias negativas del confinamiento en tal rubro aun son de pronóstico reservado. Donde parece haber datos más claros y no precisamente alentadores es en materia educativa.

Al respecto, los analistas de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y del Banco Mundial son coincidentes al concluir que el confinamiento motivado por la pandemia produjo en América Latina un rezago educativo de dos años en promedio, mismo que pudiera alcanzar hasta los cuatro años en casos graves.  ¿Qué significa esto?, preguntará mi amable y única lectora; pues que una cantidad considerable de niños, niñas y jóvenes aprendieron muy poco o nada mediante el mecanismo de clases a distancia o que incluso, olvidaron la información que ya habían asimilado y retenido antes de la emergencia sanitaria.

Los resultados de los estudios revelaron que el 55 por ciento de los estudiantes de hasta quince años desconocen los contenidos educativos mínimos que deberían manejar a su edad, llegando este indicador a un alarmante 70 por ciento en algunas zonas geográficas con mayor retraso. Junto al deficiente aprendizaje derivado del distanciamiento social obligado, existe otro fenómeno al cual no se ha hecho frente de manera adecuada y que consiste en la gran cantidad de niños, niñas y jóvenes que no continuaron su formación escolar. Según el INEGI, en México 5.2 millones de estudiantes no se inscribieron para el ciclo escolar 2020 – 2021; se espera que la cifra haya aumentado significativamente en el ciclo actual, aunque no se cuenta con datos oficiales en tal sentido.

Al respecto, algunas organizaciones entre las que destacan la UNESCO y UNICEF llevaron a cabo el foro “Mi educación, nuestro futuro” en el que hicieron un llamado urgente a los lideres de las naciones para coordinar esfuerzos a fin de que los educandos afectados recuperen el rumbo. Los Jefes de Estado de Argentina, Chile, Ecuador y Honduras se sumaron a la causa y exhortaron a sus homólogos a hacer lo propio. Algunos ya analizan las tareas a seguir para lograr el cometido, otros más han hecho oídos sordos al grito de auxilio; mientras tanto, el fenómeno se agrava.

Los especialistas sugieren colocar la actividad educativa en lo más alto de la agenda pública; reintegrar a aquellos que abandonaron la escuela y garantizar su permanencia; recuperar los aprendizajes perdidos y asegurar el bienestar psicoemocional, así como valorar, apoyar y formar a los docentes. Para ello, es indispensable destinar recursos suficientes con el propósito de evaluar la situación, conocer las necesidades reales y diseñar un plan de acción efectiva. Lastimosamente, nada de esto parece ser un tema prioritario en la mayoría de los países de la región.

Aquí en confianza, el rezago educativo provocado por la pandemia pone en riesgo a toda una generación cuyos integrantes están condenados a ser menos productivos y, por ende, a tener menos oportunidades de desarrollo.

Con casi 30 años al servicio de la UNICEF, Jean Gough, Directora General para América Latina y el Caribe, declaró: “Para hacer frente a la crisis necesitamos desarrollar e implementar sistemas de recuperación de aprendizaje a gran escala. Podemos invertir ahora o dejar atrás a toda una generación. La elección es nuestra.” Surge entonces la necesaria pregunta: frente a la otra crisis; la que solo algunos ven; de la que poco se habla, ¿seremos capaces de dejarlos atrás? Ahí se los dejo para la reflexión.