Iván Garza García
Poco después de la inauguración del primero de sus museos ubicado en Chicago, LeRoy Robert Ripley fue considerado por el New York Times como el hombre más popular de los Estados Unidos. Nacido en 1890, el caricaturista comenzó su carrera a los escasos 16 años y en 1918 creo su primera ilustración con el tema ¡Aunque usted no lo crea! Los datos sorprendentes, curiosos, extraños y exóticos que presentaba el también empresario, pasaron de los periódicos a la radio y luego a la televisión con inusual éxito. Sus programas aun son vistos por las nuevas generaciones y el apellido Ripley se asocia a lo increíble.
Lo anterior sirve de contexto para enmarcar las últimas afirmaciones que hizo el mandatario mexicano respecto del avión presidencial. Según su dicho, el Gobierno que encabeza tomó la decisión de entregar la aeronave de marras a la empresa militar Olmeca – Maya – Mexica, la misma que administra el AIFA y hará lo propio con el Tren Maya, para que esta sea ofrecida en renta y con los ingresos que se obtengan, pagar su mantenimiento. “Si alguien quiere, por que se va a casar y quiere llevar a sus familiares o amigos a Cancún o XV años o cumpleaños, o una empresa que quiera dar un reconocimiento a sus trabajadores, lo rentan”, manifestó el Presidente López.
Si lo anterior hubiera sido declarado por un jefe de Estado en otra parte del mundo, seguramente sería tildado de absurdo por propios y extraños; incluso, si las mismas manifestaciones las hubiera hecho en su tiempo cualquier ex mandatario nacional, este habría sido ácidamente reprochado y su dicho calificado como un dislate. Entonces, ¿por qué aquí y ahora lo asegurado por el gobernante no es criticado o los cuestionamientos no alcanzan a escucharse?
Debemos reconocer que la retórica presidencial ha sido sumamente efectiva pues el discurso es lanzado sobre un terreno previamente separado en dos grandes segmentos. Con exactitud quirúrgica primero se dividió a los gobernados; luego, la narrativa fue sembrada y, con paciencia, llegaron los frutos. Aquí solo pueden percibirse dos colores: el blanco y el negro. En un extremo el pueblo bueno y sabio; en el otro, los adversarios, conservadores o neoliberales. En una esquina, los que critican sin sentido ni razón porque perdieron algún privilegio o temen perderlo; en la otra, quienes ciegamente validan el discurso oficial, lo aplauden y promueven; en medio, nada ni nadie. La lucha que se libra todos los días es la del “nosotros” (los buenos) contra “ellos” (los malos), mientras que el motivo de discordia será dictado diariamente desde el estrado mañanero al tiempo que el líder convoca a sus huestes a unirse a la batalla.
El Presidente ha repetido en varias ocasiones que no le interesa convencer a los oponentes, por eso les habla cada mañana a sus fieles; a aquellos que – por convencimiento o conveniencia – legitiman el mensaje pautado desde el Palacio Nacional y lo hacen suyo para después replicarlo. Lo que se diga en contra es inmediatamente neutralizado porque deriva del segmento de los adversarios y, para todo efecto práctico, “ellos” son los enemigos. A la mañana siguiente habrá un nuevo argumento para el encono y el ciclo vuelve a iniciar.
La intención es clara; la maquinaria debe encontrarse perfectamente aceitada para enfrentar el 2024 y mantener así el control político del país; por ello, las tropas del actual régimen deben ser alimentadas con mensajes que aunque se antojen disparatados o extravagantes, cumplen a cabalidad el propósito de su autor. La exigencia para que se devuelva el penacho de Moctezuma; la disculpa del Gobierno español por la conquista; la carta al Parlamento Europeo llamando borregos a los diputados; la relación entre las tlayudas del AIFA y el clasismo y el faraónico avión presidencial - entre un larguísimo etcétera - son ejemplos de los temas que se colocan en el centro de la narrativa presidencial y que se convierten en las armas para combatir contra “ellos”. Así, hoy debatimos sobre la renta de un avión y no respecto a la matanza de una veintena de civiles en Michoacán ocurrida el fin de semana.
Aquí en confianza, mientras que la retórica presidencial seguirá siendo meticulosamente instalada en el diálogo cotidiano llevando la agenda pública al sitio que le resulte más cómodo al gobernante, usted, amable y única lectora, puede ir reuniendo la friolera de 250 mil pesos con el fin de surcar por una hora los aires mexicanos a bordo del único avión en el mundo que aunque ya fue rifado sigue estando a la venta…. ¡aunque usted no lo crea!