Iván Garza García

El seleccionado nacional no logró romper el maleficio del “quinto partido” y cayó frente a la escuadra brasileña, comandada por el extraordinario futbolista (y pésimo actor) Neymar da Silva Santos. De esa forma, la afición azteca se quedó nuevamente con las ganas de ver al “equipo de todos” en los cuartos de final de una Copa Mundial de Futbol. Ahí será para la otra; por lo pronto Juan Carlos Osorio aún tiene la encomienda de analizar el desempeño de la oncena mexicana, aunque se empieza a revelar que el estratega de origen colombiano pronto habrá de dejar el banquillo tricolor. Dicen los que saben que los proyectos logran su consolidación siempre y cuando tengan la debida continuidad; sin embargo, la permanencia del director técnico dependerá de la decisión que tomen los hombres de “pantalón largo”.

Así como en la justa mundialista, los resultados de las pasadas elecciones no ofrecieron grandes sorpresas respecto a lo presupuestado en las encuestas publicadas a lo largo del proceso electoral. Sin incidentes de consideración ni sobresaltos que lamentar, el pasado domingo se llevaron a cabo los comicios más complejos y caros de la historia de nuestro país. 3416 cargos de elección popular estaban en disputa; esto sin contar ocho gubernaturas, la jefatura de gobierno de la Ciudad de México y por supuesto, la renovación del Ejecutivo Federal.

En un ambiente de civilidad, las y los mexicanos con credencial de elector abarrotamos las 157 mil casillas dispuestas por el INE para recibir los sufragios. Largas filas se formaron a las puertas de los lugares en los que fueron colocadas las mesas receptoras de votos. En varios puntos los electores seguían ahí, incluso después de la hora establecida para el cierre de la jornada. Si bien, no se alcanzó el record de participación ciudadana, según el Programa de Resultados Electorales Preliminares (PREP), más del 62% de los votantes inscritos en el padrón habrían ejercido su derecho al voto. Recordemos que en las elecciones de 1994, cuando se eligió a Ernesto Zedillo como Presidente de México, el 77% de los empadronados emitieron su sufragio. Desde entonces no ha logrado traspasarse ese umbral.

El dato que si pasará a los anales de la historia es el relativo a la diferencia de votos obtenida por el candidato vencedor, respecto a sus contrincantes. Más de 30 puntos porcentuales separan a Andrés Manuel López Obrador de los representantes de las coaliciones “Todos por México” y “Por México al Frente”, quienes se encuentran prácticamente en empate técnico y, hasta el día de hoy, aún se disputan el segundo sitio de las preferencias. La referida ventaja es la más amplia conseguida por un candidato presidencial en los últimos 30 años. Fue en 1982, cuando Miguel de la Madrid obtuvo cuatro veces más votos que el panista Pablo Emiliano Madero.

Frente a la contundencia de los resultados y exponiendo madurez política, los candidatos vencidos reconocieron públicamente el triunfo de López, al tiempo que le desearon éxito en el gobierno que habrá de encabezar. El primero en hacerlo fue José Antonio Meade; le siguieron Ricardo Anaya y Jaime Rodríguez. Ellos no solo se dirigieron a sus electores, les hablaron también a los mercados internacionales. Bien sabían que eran indispensable transmitir un mensaje de unidad y concordia. La estabilidad postelectoral que trasciende a nuestras fronteras dependió en buena medida del respeto a los resultados manifestado por los personajes de marras. Un botón basta de muestra: pese al escenario de renovación política, al inicio de la semana el peso mexicano resistió la presión y fue una de las monedas que menos se depreció frente al dólar. Esto sin duda es un buen indicador.

Aquí en confianza, llegó el tiempo del análisis, pero también de la reunificación. El próximo presidente de México arribará a Palacio Nacional acompañado de un alto bono democrático. Contará con una abrumadora mayoría en las cámaras de diputados y senadores. Su principal desafío será llevar a buen puerto las propuestas que integraron su oferta política. México decidió y lo hizo en forma rotunda, pero no debemos olvidar que el verdadero cambio reside en cada uno de nosotros. Todos, desde nuestra trinchera cotidiana, tenemos ante nosotros la encomienda de ofrecer el mayor de los esfuerzos por hacer de ésta una gran nación. Ahí se los dejo para la reflexión.