Iván Garza García

Aquellos cibernautas que cegados por  una inconsciente euforia, se dieron gusto posteando en las benditas redes sociales la frase: ¡2020 sorpréndeme!, ya podrán estar tranquilos, su propósito fue cumplido a cabalidad. 

Ahora mismo, los ojos de la humanidad dividen su atención entre dos hechos de trascendencia histórica, aunque este año hay de todo como en botica.

Por un lado, los graves estragos de la pandemia que parece no tener fin se han convertido en el pan nuestro de cada día. Por el otro, la brutalidad policiaca (policial, me habría corregido y con razón, Rosy Dávila) volvió a hacerse presente, ahora traducida en el terrible homicidio del estadounidense George Floyd a manos de un agente de Minneapolis.

Respecto al infatigable coronavirus, México sorprendió al mundo al dar por culminada la llamada jornada nacional de sana distancia y permitir el reinicio de las actividades a través de la ya conocida “nueva normalidad”.  Si bien, la reincorporación a la vida cotidiana ha sido adoptada por varios países, en éstos la decisión se tomó  una vez que la curva epidemiológica fue controlada; es decir, cuando se registró una verdadera disminución en los casos de enfermedad y los correspondientes decesos; pero acá otro ganso nos cantó. De hecho, el mandatario nacional aceleró sus planes de viaje y, a pesar de encontrarnos en pleno pico de contagios, se aventuró a una gira por el sureste mexicano en la que habrá de dar el banderazo a varios tramos del Tren Maya; pero esa es otra historia, dijera la célebre Nana Goya. Lo cierto es que la reactivación económica se antojaba impostergable y la prudencia en el regreso dependerá de cada uno de nosotros.

Mientras que el COVID-19 aun no nos muestra su peor versión, los acontecimientos en los feudos del Tío Sam han generado toda suerte de manifestaciones y disturbios. La exacerbada violencia que nació de la indignación social, derivó en un estricto toque de queda en cuarenta ciudades del vecino norteño. No debemos olvidar que las elecciones presidenciales en aquel país se encuentran a la vuelta de la esquina y los resultados son de pronóstico reservado. Tal vez, ni la intentona de impeachment le había causado tantos dolores de cabeza al inquilino de la Casa Blanca, como el asesinato del ciudadano afroamericano, mismo que fue producto del odio y la discriminación; conductas que el magnate neoyorquino promueve a través de sus acciones y discursos. Por cierto, acá no curtimos mal las vaquetas; apenas el pasado mes de marzo, un policía de Tijuana dio muerte a una persona de nombre Oliver López en circunstancias muy similares a los hechos de Powderhorn, pero poco se dijo al respecto. Indudablemente, también de este lado hace aire.

Como si lo anterior fuera poco, el escenario doméstico ha dado de que hablar. Aquí, sin demasiado aspaviento y haciendo como que no ocurriera nada, el pasado lunes entraron en vigor las disposiciones transitorias por virtud de las cuales las plataformas como Amazon, Mercado Libre, Netflix, Spotify y Uber, entre otras, deberán pagar el IVA por la prestación de sus servicios en México.

La ecuación es sencilla; el hoy presidente se comprometió (desde su campaña y en la toma de protesta) a que no habría nuevos impuestos ni aumentos a los ya existentes. Por su parte, en forma por demás elegante, los bienquerientes de la cuatroté aseguran que el cobro que se hará a las empresas digitales no encuadra en un supuesto ni en el otro; es decir, el gravamen ya existía y continua siendo del 16 por ciento, solo que ahora pasarán por la báscula las empresas que antes no lo estaban haciendo. ¡Ah, pues así queda todo mas claro! De cualquier forma “Pancha te llamas”, pues la SHCP espera recaudar algo así como 4 mil 300 millones de pesos extras, mismos que - de una forma u otra - serán trasladados al consumidor final; ósea, los paganos seremos usted y yo.

Aquí en confianza, precisamente en el momento en que los servicios digitales son más usados debido a las circunstancias de aislamiento, la autoridad hacendaria tuvo a bien atizarle fuerte al anafre. De cualquier forma, acá se sonríe y se hace en silencio; total, una raya más al tigre.

Dijera el original de Tacubaya, Germán Dehesa, en la inolvidable película de 1995 Cilantro y Perejil: “y mi primera pregunta es: ¿de veras querían la felicidad? Es muy dudoso que esto se pueda dar en una cultura como la nuestra, tan sufridora, tan siempre dispuesta al castigo, a la flagelación. Nuestras dos raíces nos hablan de eso; el síndrome de Marga López nos llega por la vía indígena y por la española. ¿Qué pasa con México?, que pensamos que sufrir es disciplina olímpica”. Hay se los dejo para la reflexión.