Iván Garza García

Alguna vez escuché a un buen amigo decir: “las noticias se leen en los periódicos; la historia se escribe en los libros”. Enrique Peña Nieto rindió su sexto y último informe de gobierno y, al hacerlo, ofreció un mensaje de despedida que para muchos fue singularmente emotivo; para otros más, se trató de una simple arenga bien estructurada que marcó el punto final de un régimen que recibió toda suerte de cuestionamientos.

No sé si fueron las redes sociales; las llamadas fake news o el insaciable deseo humano por denostar a la autoridad (por el simple hecho de serlo), lo que motivó las severas críticas en contra de la figura presidencial; lo cierto es que desde el inicio de su mandato, e incluso antes, a EPN le han colgado cualquier cantidad de “milagritos”. Ejemplos los hay y muchos. En la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, el entonces precandidato aseguró que Enrique Krauze era el autor de La Silla del Águila; novela que fue escrita por el Premio Cervantes de Literatura, Carlos Fuentes. El referido equívoco le valió al mandatario un estigma del que ya no pudo deshacerse. Más tarde, un video de la World Future Society del año 2008 circularía inmisericorde para mostrar al respetable los yerros cometidos por el entonces Gobernador del EDOMEX al pronunciar un discurso en inglés. De nueva cuenta, la lluvia de ofensas no se hizo esperar y hasta la fecha la expresión “infrestructochor” es referencia obligada para aludir a una mala articulación de palabras en el idioma extranjero. Más grave aún; respecto al episodio violento ocurrido la noche del 26 de septiembre de 2014, que significó la desaparición forzada de 43 estudiantes normalistas en Ayotzinapa, a manos de policías municipales y estatales, el inquilino de Los Pinos no tuvo ni vela en el entierro y, de cualquier forma, pasará a la posteridad como el responsable del lamentable hecho. A él y a nadie más seguirán gritándole asesino, aunque no lo tenga merecido.

Así las cosas en nuestro México; este bendito lugar en el que al parecer pesan más una confusión literaria o una palabra mal dicha, que la estabilidad política y social de toda una nación. Pese a los ataques de los malquerientes, esos que hicieron de la diatriba un deporte nacional, Peña Nieto entregó cifras que vale la pena comentar. Durante su administración se rebasó la meta de empleo con más de 800 mil puestos de trabajo generados cada año. En el sexenio que termina el promedio anual de la inflación fue de 4%, lo que representa la tasa más baja en los últimos 50 años. Además, se cumplieron 258 de los 266 compromisos planteados durante la campaña del todavía Jefe de Estado. Sin embargo, Peña habrá de cargar sobre sus hombros el peso de una impopular reforma fiscal y de la liberación de los precios de la gasolina. Además, el mismo Presidente reconoció en su mensaje que no se alcanzó el objetivo de recuperar la paz y la seguridad en todos los rincones del país.

El informe rendido el pasado lunes es el último acto de gran calado que protagonizará Enrique Peña. Ahí, el gobernante estuvo flanqueado por dos personajes cuyos rostros son altamente conocidos. A su derecha, Porfirio Muñoz Ledo; el mismo Porfirio que hace exactamente 30 años increpó al entonces Presidente Miguel de la Madrid en el Palacio Legislativo de San Lázaro y que ahora aplaude los logros de Peña, enfundado en su carácter de Presidente de la Cámara de Diputados. A su izquierda Martí Batres, a mayores señas mandamás en Senado de la República; el mismo Martí que en el año 2012 acompañó a López Obrador en aquel mitin en Tlatelolco donde ambos desconocieron al que llamaron “gobierno espurio” y en el que éste último se autoproclamó “Presidente Legítimo”, con banda presidencial y toda la cosa. Los mismos Porfirio y Martí que fueron prácticamente cargados para que pudieran ingresar a Palacio Nacional, frente a una turba que, bajo la consigna de “traidores”, pretendía detenerlos.

Ante la parafernalia del evento de marras, hay quienes aseguran que las cosas cambiarán una vez que López ocupe la silla presidencial. Posiblemente todo permanecerá igual; la diferencia será – sin duda - que los que antes criticaron ácidamente ahora alabarán. Al tiempo.