Fernando de las Fuentes

“No hay más realidad que la imagen ni más vida que la conciencia”. Azorín

La realidad es percepción; por tanto, modificable. Acostumbrada como está la humanidad a sentirse parte de, y no su origen, puede ser difícil cambiarla a nivel personal y, aún más, colectivo.

¡Eso ni siquiera se puede hacer!, pensaremos. Y al describir la realidad diremos que es cruel, triste, dolorosa y/o decepcionante, sin darnos cuenta de que tales afirmaciones son solo creencias, es decir, pensamientos elaborados a partir de la forma en que procesamos información y experiencias (percepción), y repetidos las veces necesarias para fijarse en el subconsciente, el verdadero arquitecto de nuestros destinos.

Todo pensamiento implica una emoción, de manera que una creencia es el origen de una forma persistente de sentir, positiva o negativa. Como nos sentimos es nuestra realidad, es decir, en la emoción está el poder. Un pensamiento sin emoción es una brizna de paja en un vendaval, no tiene fuerza alguna.

Por lo general, los seres humanos estamos acostumbrados a sentirnos mal, y cómo no, si creemos que todo aquello que deseamos y necesitamos tiene que venir de fuera, desde la “realidad”, y que esta casi siempre nos juega malas pasadas.

Esta manera de ver el mundo es lo que impide que todas las cosas buenas que deseamos lleguen a nosotros; boicotea todo lo que intencionalmente podamos hacer para nuestro bienestar, porque funciona en automático y nosotros le entregamos el mando.

Con estas ideas en mente, vayamos a un ejercicio para reprogramar el subconsciente, o sea, para darle nuevas instrucciones al arquitecto, y comprobar que la realidad es lo que se percibe, y lo que se percibe cambia cuando uno lo decide.

1. Identifique un área insatisfactoria de su vida. Por ejemplo, el amor de pareja.

2. Explore los pensamientos que tiene al respecto. Hay que comenzar teniendo claro que en la mayoría de los casos la gente no sabe lo que piensa, aunque crea que sí. Pídale a su mente que le muestre lo que en realidad piensa. Como ha dirigido su atención a ello, en algún momento surgirá uno de esos pensamientos subconscientes que conducen su vida, y usted podrá observarlo. Continuando con el ejemplo, podrá quizá darse cuenta de creencias como “los hombres son infieles”, “las mujeres son posesivas”, “celar es amar”, “el matrimonio es aburrido”, etc. Una vez detectado, verá la frecuencia con que ese pensamiento conduce su vida.

3. Así como piensa siente: ubique la emoción asociada al pensamiento. Esa es la que habrá que cambiar.

4. Analice el pensamiento para que vea que es muy irracional. Tiene que desactivarlo, dejando de creerle, en primera instancia. Para ello, sostenga un diálogo interno, hágale comprender a su pesimismo que es solo un punto de vista, no la verdad. El insistirá y usted también. Deberá desactivarlo cuantas veces sea necesario.

5. Cree una frase en positivo para oponerla al pensamiento negativo. No debe superponerla a este, porque no funcionará.

6. Busque en su vida una experiencia que contradiga la idea negativa sobre el amor de pareja. Seguro la encontrará, pero se dará cuenta de que no la percibió debidamente. El objetivo es crear una emoción positiva asociada al pensamiento.

7. Varias veces al día, las más que pueda, relájese, siéntase en paz por unos momentos, busque la emoción positiva, siéntala mientras repite la frase asociada, varias veces. Haga esto por 21 días mínimo, para anclarlo al subconsciente.

8. Habitúese a esta práctica, en todos los ámbitos de su vida, pues crea un patrón neuronal que se irá fortaleciendo y extendiendo conforme usted lo reafirme, y eso le hará cada vez más fácil el cambio.

9. Deberá desactivar las ideas y emociones negativas una por una, aunque pertenezcan a una sola creencia general. Sentirá los efectos de la autosugestión –porque así se llama está técnica–, desde la primera vez.

¿Qué puede perder, que no sea angustia?