Fernando de las Fuentes

“Nada pesa tanto como un corazón cansado”.

José de San Martín

Existe, para bienestar del ser humano, un cansancio satisfactorio, que nos hace sentir realizados, tras un buen desempeño en cualquier cosa que hayamos emprendido.

Pero hay otro que nos arrebata la tranquilidad y la vitalidad, hasta llevarnos a una profunda depresión y/o enfermedad física, si no lo atendemos oportunamente.

A este último se le llama agotamiento emocional, un estado de ausencia de energía, falta de motivación, distanciamiento afectivo, dificultad para pensar, pero con mucho estrés, que produce insomnio y/o pesadillas recurrentes, ansiedad, irritabilidad, frustración y olvidos frecuentes, poniendo además al cuerpo en alerta continua, que podemos detectar en síntomas como dolores de cabeza, contracturas musculares, espasmos nerviosos, mala digestión, estreñimiento, recurrentes infecciones, lesiones aparentemente accidentales, hasta que colapsa con una enfermedad grave, si no abordamos a tiempo el problema.

Son diversas las causas: cambios importantes en nuestra vida cuyos resultados no son previsibles, problemas sin resolver y situaciones abrumadoras. En cualquiera de los tres casos, las cosas no están bajo nuestro control, al menos no por completo, pero como atendemos preferentemente las circunstancias externas, descuidamos las internas, de manera que la mente, en automático, puesto que no la estamos dirigiendo, trata de resolver todo al mismo tiempo, sin discernir entre lo importante, lo prioritario y lo urgente.

Y, claro, se hace bolas. Lejos de un análisis a la luz de la razón que la calme, ponga las cosas en perspectiva y le dé orden a su caos, la mente no discrimina ni distingue la realidad de la imaginación, la cual puede estar plagada de catástrofes que nos hagan entrar en pánico.

Este proceso es frecuente en el mundo laboral. Se le llama síndrome de burnout o job burnout, de manera que la Organización Mundial de la Salud ya lo incluyó en la clasificación internacional de enfermedades y problemas conexos.

Ciertamente no es exclusivo del ámbito laboral, donde no podemos despojarnos de nuestras distorsiones mentales y emocionales, de tal manera que llevamos ahí nuestro caos y sus diversas manifestaciones, tanto como nuestras habilidades, capacidades, aptitudes y experiencia.

Así pues, quienes acostumbran tratar de controlarlo todo, asumen responsabilidades ajenas, están constantemente preocupados, son perfeccionistas y exigentes, ven un problema, un obstáculo o un conflicto en todo, generalmente han padecido agotamiento emocional durante años, en niveles que parecen manejables, hasta que el cuerpo les cobra la factura.

Como job burnout se presenta después de un largo proceso de sobrecarga de conflictos y responsabilidades, consecuencia de la inequidad entre lo que damos y nos damos o nos dan, que es a su vez resultado de la falta de límites.

Aquí llegamos a la causa de todo: si no sabemos negarnos a ciertas tareas que no nos corresponden, por miedo a ser despedidos, hostigados o mal considerados; si no tomamos suficientes y oportunas vacaciones; si nos involucramos en “las grillas” que no nos atañen; si vemos un enemigo en cada compañero; si hacemos horas extras u horas improductivas, el agotamiento emocional y, en consecuencia, la inestabilidad, serán inevitables.

Una de las paradojas del cansancio emocional, también conocido como sobrecarga síquica, es que nos lleva, compulsivamente, a hacer, hacer y hacer sin parar, para no ceder al continuo cansancio que sentimos, pues la pausa nos pondría en sus manos, donde las consecuencias previsibles serían parálisis, sinsentido, vacío interior, quebrantamiento emocional y físico, dolor existencial.

El escrutinio constante de nuestro estado interior: percepciones, emociones, pensamientos, impulsos, motivaciones, necesidades, fortalezas y debilidades, es lo único que nos permitirá frenar el proceso que lleva al cansancio emocional, para retomar la salud mental.

Pero aún más importante, el aprendizaje de ponernos límites y ponérselos a los demás será, a su vez, la única manera de mantener esa salud e impedirnos retomar el destructivo proceso.

En los límites están la libertad, la seguridad, la salud y la felicidad, pero de eso hablaremos en la siguiente entrega.