Fernando de las Fuentes

Una de las pruebas más contundentes de que los seres humanos vivimos en guerra mental con nosotros mismos, con la vida y con los otros es la manipulación, que no es otra cosa que obtener con engaños o por la fuerza lo que se quiere o se necesita.

Simplemente pedir las cosas no es una opción válida cuando hay miedo a no obtenerlas. Así, armamos una estrategia para que el oponente se rinda sin entablar batalla.

Con oponentes me refiero a la familia y a veces a los amigos. Los enemigos son otra cosa.

El enemigo es un oponente “descarado”, es decir, se deja ver abiertamente, pero no todo oponente es enemigo, de hecho, la mayoría de las ocasiones es alguien cercano a nuestro corazón o simpatías, parapetado en la manipulación.

Solo que la manipulación siempre es una calle de doble sentido. La gente se deja manipular porque a su vez manipula, en un muto forcejeo o una insana complicidad.

Cuando nos sentimos manipulados por los demás, lo primero que hay que saber es cómo manipulamos nosotros. Así que la información sobre las formas de manipulación que aquí abordaré no es útil para que usted las detecte en los demás y trate de pararlas con reproches. De esta manera lo único que encontrará es confrontación. No funciona así. Usted primero bloquea su vía de la calle, para que el otro se vea obligado a bloquear la suya.

Una vez hecha la advertencia, comencemos por la forma más común de manipular: el enganche emocional. Una vez que se logra producir una emoción en otro, específicamente la emoción deseada, lo cual es sumamente fácil, no se hará esperar la reacción proyectada.

Este tipo de manipulación puede ser directa o indirecta, presencial u online, interpersonal o multitudinaria. Va desde hacer sentir culpable a alguien para que nos dé lo que queremos: “tú no me quieres”, “no me atiendes suficiente”, “me lastimaste”, “no me apoyas”, etc., hasta indignar a las masas para causar confrontación o caos social, convenciendo a un sector de la población de ser víctima de otro, o simplemente de la “injusticia”, “el olvido”, “la deshonestidad” y otras abstracciones que le permiten al manipulador no tener que llamar cada cosa por su nombre y, por tanto, no exponerse a sí mismo.

Dentro del tipo de manipulación de enganche emocional nos movemos prácticamente todos. 

Hay otra, no obstante, que es útil para confundir mentalmente, con un efecto de disminución intelectual, que momentáneamente derrumba la autoestima y abate el ego, hasta que pasados sus efectos la persona manipulada se da cuenta de los artificios y los errores de quien lo manipuló de esta manera.

Por lo general, esta se usa en debate interpersonal, pero también puede ser usada por conferencistas cuando el tema no da para el enganche emocional. Se trata de convencerte de que estás mal y yo bien.

Consiste en sacar una mente del “carril” de pensamiento que lleva, por ejemplo, con preguntas que sabemos no serán respondidas con precisión o siquiera cercanía en ese momento, pues la mente tendrá que abandonar el curso que llevaba para buscar las respuestas en sus archivos memorísticos. La presión de contestar con la rapidez requerida o impuesta la dejará confundida. Ese es el momento que aprovecha el oponente para hacer notar que “no sabes”. Así, da las respuestas correctas, porque mientras la persona que está discurriendo habla, el manipulador va armando la estrategia y organizando la información que necesita para “pasmar” al otro. Después de eso, cualquier cosa que diga pasará por la correcta, aunque sea una gran estupidez. 

Y es así, bajo estas formas básicas de manipulación, que tienen diversas variantes, que nos imponemos a los demás, los “derrotamos”, de manera que no podemos esperar de los otros más que lo mismo. Y luego nos quejamos de no ser aceptados y queridos.