Fernando de las Fuentes

Las crisis nos sirven para cancelar 

una época e inaugurar otra

Eugenio Trías

 

Siempre con ayuda de sus fieles compañeros, el héroe va superando todas las pruebas hasta llegar al reto final, el que lo transformará sin remisión ni retorno al que antes era. Nunca más.

Ese enfrentamiento le costará, o casi, la vida. Y hablamos por cierto de la vida o un aspecto de vida de ese poderosísimo impedimento que todos tenemos para crecer: el ego. Efectivamente, ese trascendental cambio se siente como una muerte y un renacimiento. Dejamos de ser unos y nos convertimos en otros.

En el camino interior, nuestros compañeros son los instintos; el León, para defendernos cuando es preciso; la intuición o “susurro del alma”, como la describiera Krishnamurti; el Espantapájaros, única y verdadera sabiduría, y la llamada irresistible del amor, el Hombre de Hojalata. También, y muy frecuentemente, podemos ir acompañados en nuestra aventura interior de verdaderos amigos del alma, que se transformarán junto con nosotros.

Algo tiene que morir, algo a lo que le hemos tenido mucho apego en la vida, incluso siendo perjudicial. Ese algo puede haberse manifestado materialmente, pero en su esencia es una fuerte y arraigada emoción creada por un pensamiento dominante, que nos hace adoptar actitudes y conductas dañinas.

El pensamiento continuo y predominante de escasez nos produce miedo a no tener suficiente dinero nunca o en el momento en que más lo necesitaremos, por tanto nos volvemos avaros, codiciosos y envidiosos.

Si pensamos que todos los hombres son infieles o las mujeres caprichosas, nos volveremos desconfiados y recelosos; vivimos a la defensiva en nuestras relaciones y, obviamente, atraemos y aun producimos el resultado temido, porque en él estamos concentrados, así que nos convertimos en parejas agresivas, amargadas y vengativas.

Si nuestra idea es que la vida es injusta y dura, nos sentiremos siempre inseguros y vulnerables; nos volveremos las víctimas eternas, culpando a todo y a todos de nuestra triste situación, la mejor zona de confort para no hacernos responsables de nada, puesto que “nada podemos hacer desde nuestra indefensión”.

Estos son sólo ejemplos muy comunes de lo que le sucede a la mayoría de las personas las 24 horas de su día, hasta que… la crisis los empuja a emprender el camino del héroe. Si logran enfrentar a su Malvada Bruja del Oeste interior, su ego será sin duda abatido. De eso se trata la transformación: recorrido tras recorrido, el héroe va derrotando en realidad a su ego. En una de esas, traba amistad con él y lo hace su aliado.

En el camino interior, esas zonas oscuras donde el héroe temía encontrarse con lo desconocido, hallará en su lugar a viejos conocidos: sus monstruos de clóset, todos esos dolores, miedos, culpas, vergüenzas, que creía haber guardado tan bien, que nunca tendría que volver a verlos. Y ¡oh, sorpresa!, en un acto de arrojo y coraje, o de calma y confianza, según sea necesario, deberá arremeter contra ellos para descubrir que con un simple cubo de agua se derriten.

Todo cambia a partir de esta revelación. El héroe triunfante se convierte en el héroe transformado, que emprende el regreso a casa con varios trofeos: expiación, que lo libera de cargas insanas (sin miedo, el León se empodera); sabiduría o la voz del alma para gobernarse (gran talento del Espantapájaros); ecuanimidad o calmada reacción (la de Dorothy al darse cuenta de que el Mago de Oz es un fraude, y que nada es tan terrible como parece); empatía o solidaridad del corazón (la principal cualidad del Hombre de Hojalata); finalmente, experiencia: ahora sabe que desde el principio del recorrido lleva la solución consigo (las zapatillas plateadas).

Pero el resultado final será siempre el mismo: cuando regrese a casa amará más de lo que amaba, y eso lo hará feliz. Lo animará a reemprender el camino cuando la vida así lo decida.


(Militante del PRI)
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