¿De veras ya respiró hoy?

Columnista: Fernando de las Fuentes
   
Si usted cree que respirar sólo sirve para no morirse, está desaprovechando la vida. Imagínese que Buda se iluminó respirando. Incluso hay una disciplina yóguica llamada Pranayama, prácticamente una ciencia empírica, para experimentar todos los misterios de la existencia a través de la respiración.


Pero si no aspira a tanto no importa. Basta con sentirse bien todos los días, saludable, alerta, pero relajado, creativo, lleno de energía, optimista, alegre, seguro, confiado. Esto, aunque le parezca exagerado, está al alcance de su nariz.


El prestigiado psicoterapeuta Alexander Lowen, decía: “Cuando respiramos profundamente, es fácil sentir lo bueno que es el mundo, lo justo y lo hermoso. Estamos inspirados. Qué trágico es, entonces, que tan pocas personas respiren libremente y bien”.


La respiración y la forma en que nos sentimos se determinan una a la otra, para bien o para mal. Si aprendemos a manejar correctamente la parte del binomio que está por completo bajo nuestro control de manera inmediata, que es inhalar y exhalar, podremos cambiar el mucho más complejo y mediato factor de las emociones.


Dicho de otra manera: aquel que no mejora su estado de ánimo, por tanto sus actitudes y, en consecuencia, su vida, a través de la respiración—casi todos—, ni sabe respirar ni se ha dado cuenta de ello.


La dificultad no está en aprender a respirar correctamente, y a partir de ahí conocer técnicas para sacar el mejor provecho a la respiración y a la vida, sino en adquirir la disciplina autoimpuesta de inhalar y exhalar consciente, lenta y profundamente, primero unas cuantas veces por la mañana, después todo lo que se pueda durante el día.


Difícil porque puede parecer no sólo antinatural, sino perturbador, ya que estamos habituados a respirar superficial, rápida y entrecortadamente. Este tipo de respiración no solamente es muestra de la forma en que nos sentimos: a su vez, nos empequeñece el alma y encoge el cuerpo; angustia, envilece y enferma. Nos hacemos chiquitos ante los acontecimientos, los retos y los propósitos del día; egoístas, porque estamos incapacitados para dar; sólo absorbemos.


Fíjese en estos síntomas que he descrito, y vea cómo son exactamente los que produce el miedo. Ahora ya sabe de dónde proviene originalmente la respiración entrecortada y superficial. Los dos, miedo y mala respiración, se convierten después en un hábito invisible en nuestras vidas.
Mala respiración o respiración pectoral  es aquella que únicamente se queda en las partes más altas de todo nuestro sistema respiratorio, y es la que consideramos normal.


Buena respiración o respiración diafragmática es la que produce movimiento en las costillas inferiores y la parte superior del abdomen.


Andrew Weil, pionero en el campo de la medicina integral, tras asegurar que consumir más oxígeno puede ayudar a sanar muchísimas enfermedades, dijo: “Si tuviera que dar un sólo consejo sobre cómo vivir mejor, sería aprender a respirar correctamente”.


A principios del siglo pasado, en 1931, Otto Warburg recibió el Premio Nobel en medicina por demostrar que el cáncer es anaeróbico, es decir, se da en ausencia de oxígeno libre.
Hay muchos ejercicios para respirar bien. El que proporciono a continuación es sólo uno de ellos: parado o sentado cómodamente, con la espalda erguida, aspire lentamente, levantando los brazos hasta la altura de los hombros, para llevar más aire: primero, al abdomen; vea cómo se infla (si se siente “panzón(a)” y le molesta, ya está viendo uno de sus motivos para respirar mal), luego sea consciente de cómo se expanden las costillas, más arriba los pulmones y con ellos toda su caja torácica; sostenga la respiración 2 o 3 segundos y expire lentamente, por la nariz o por la boca, según se sienta cómodo, mientras va bajando los brazos. Haga nueve de estas respiraciones durante unas 10 veces al día. Para mejorar el efecto, sonría levemente mientras respira. Ya me dirá si estoy equivocado.