Gerardo Moscoso Caamaño

La relación entre estupidez y vanidad se ha descrito como el efecto mala educación, según el cual las personas con escaso nivel intelectual y cultural tienden sistemáticamente a pensar que saben más de lo que saben y a considerarse más inteligentes de lo que son. 

El fenómeno fue rigurosamente estudiado por Justin Krugger y David Dunning, psicólogos de la Universidad de Nueva York, y publicado en “The Journal of Personality and Psychology”.

Se basa en los siguientes principios: A).-Los individuos incompetentes tienden a sobreestimar sus propias habilidades. B).-Los individuos incompetentes son incapaces de reconocer las verdaderas habilidades en los demás.

Charles Darwin ya había sentenciado que “La ignorancia engendra más confianza que el conocimiento”, y los que tenemos la manía de reflexionar, que es lo mismo que mirarse al espejo, ya sospechábamos que la mayoría tendemos a valorarnos a nosotros mismos por encima de la media, cosa que, lógicamente, es estadísticamente imposible.

El avance fue simplemente demostrarlo en un experimento consistente en medir las habilidades intelectuales y sociales de una serie de estudiantes y docentes, y pedirles una auto-evaluación posterior. 

Los resultados fueron sorprendentes y sobre todo reveladores: Los más brillantes estimaban que estaban por debajo de la media; los mediocres se consideraban por encima de la media, y los menos dotados y más inútiles estaban convencidos de estar entre los mejores. 

Estas observaciones, además de curiosas me parecen preocupantes, pues según ellas los más incompetentes no sólo tienden a llegar a conclusiones erróneas y tomar decisiones desafortunadas, sino que su incompetencia les impide darse cuenta de ello porque les falta autocrítica y la envidia los ofusca.

En la actualidad estos parámetros vienen como anillo al dedo para catalogar e interpretar muchas de las decisiones y desaciertos de tantos pretendidos “expertos” en economía, sociología y política, que nos han llevado en esta sociedad a donde estamos. 

No estoy aludiendo a ningún personaje concreto, “liberanus dómine”, sino simplemente me atrevo a proponer el modelo para diagnosticar a tantos charlatanes y charlatanas, liosas y liosos que proliferan y padecen este “Síndrome de Estupidez humana”, y de paso recomendarles que se hagan mirar por un profesional de la salud mental, ya que ellos solos, por si mismos, son incapaces de reconocer que lo padecen. 

Y el resto mejor no presumir de sabios en nada, no sea que también estemos afectados.

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