La Corporación de Estudiantes Mexicanos fue fundada en 1947 por el sacerdote jesuita David Mayagoitia. Su objetivo era crear liderazgos cristianos en las universidades. A inicios de los años 60 llegaron a controlar 60% de las mesas universitarias de todo el país. El movimiento del 68 debilitó la organización y coincidió con la muerte de su fundador en septiembre del mismo año. (El evangelio social del obispo Raul Vera conversaciones con Bernardo Barranco)

David Mayagoitia afirmaba que la formación de jefes era para la corporación de estudiantes mexicanos tarea y deber permanente. Tarea permanente, señalaba, “porque el desenvolvimiento de nuestros socios es obra primordial durante toda su etapa estudiantil, ya que, en frase de su santidad Pío XII dirigiéndose a los estudiantes italianos: ‘vuestros años de universidad representan un valor que si no se sabe estimar o se ejerce vanamente no se podrá recuperar en el porvenir’.”

En su afán didáctico por orientar a los estudiantes corporacionistas, Mayagoitia publicó un texto que, en forma de consigna, tituló Organiza tu Acción.  El manual comprende cuatro aspectos fundamentales que a modo de fórmula planteaba: Organízate, Organiza, Delega y Supervisa. Orientaciones de carácter eminentemente práctico que se encaminaban a toda la actividad que no solo como corporacionista, sino durante el resto de su vida, habría de desarrollar el miembro de la C.E.M., en su calidad de jefe.

Me referiré solamente al primero de la fórmula: Organízate.

En este punto Mayagoitia parte de la premisa de que requisito indispensable para que el hombre pueda actuar con toda su capacidad es que se encuentre en pleno dominio de sus facultades; y nunca llegará a poseerlo si antes no ha logrado serenidad de espíritu.

Y afirma que todo lo que perturba trae consigo confusión a la inteligencia y, por consiguiente, falta de precisión en sus juicios y apreciaciones.

Condición esencial para que el dirigente llene su función es, sin género de duda, que posea una visión clara respecto de la empresa que ha de desarrollar, de los medios adecuados a su ejecución y de las personas que deben intervenir en su realización.

La falta de serenidad en su mente lo condena por anticipado al fracaso, puesto que en vez de dirigir y orientar, produce inseguridad y confusión.

Una voluntad víctima de la pasión sufre mortal debilitamiento, desviaciones y aún puede llegar a adoptar actitudes y decisiones seriamente peligrosas e injustas.

No será el valor objetivo de las personas y cosas lo que norme la conducta de un jefe sin serenidad de espíritu, sino que lisa y llanamente estará a merced de la última impresión recibida, de quien en último término haya podido influir en su voluntad, despertando prejuicios o pasiones dormidas o bien inclinándolo a lo que en un plan de ecuanimidad nunca hubiese aceptado.

Además de lo que el sentido común atestigua respecto de verdad tan obvia y al mismo tiempo tan importante, como es la necesidad absoluta de la serenidad de espíritu para que llene aceptada digna y equitativamente su misión.

La gran lección de Mayagoitia, en este primer elemento de su fórmula, es que dueños de la paz y la serenidad podremos ciertamente organizar nuestras ideas, organizar nuestra actividad y organizar nuestro tiempo.

 

José Vega Bautista

@Pepevegasicilia

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