El Maestro Jesús Silva Herzog-Marquez en un análisis del concepto Populismo, publicado en la revista Letras Libres, se refiere al trabajo que respecto al tema realizó el filósofo, teórico político y escritor argentino Ernesto Laclau y señala que Laclau se ha alejado de la línea peyorativa que se le ha dado al concepto para delinear una compleja reivindicación del populismo. El populismo no es el demonio; es seña de la operación política por excelencia: la construcción imaginaria de un “nosotros”. Al convertir el dispositivo populista en un proceso exitoso de identificación colectiva, Laclau transforma el insulto en elogio. Frente a la enferma democracia liberal, la medicación de un guía que da forma a un pueblo y lo pone en movimiento.

El populismo emerge cuando los cauces institucionales bloquean una y otra vez las demandas colectivas. Pensemos en un barrio donde hace falta el agua. Los vecinos se organizan, acuden al ayuntamiento y piden el suministro. Pensemos en el nada improbable caso de que el problema no se resuelva. La frustración del barrio será inevitable: el poder público no ha logrado atender su exigencia. Pero ésa será solamente una demanda frustrada. ¿Qué sucede si esa frustración no es la frustración exclusiva de ese barrio, sino la experiencia de un grupo más amplio, de toda la ciudad quizás? ¿Qué pasa si además de los problemas de agua hay inseguridad, malas escuelas y hospitales sin medicinas? ¿Qué sucede, pues, si esa frustración con el poder público es generalizada?. Es entonces cuando se desata una lógica social en donde distintos grupos, con distintas demandas y distintas ideologías, se igualan en la vivencia de sus repetidos reveses frente al poder. Una cadena de similitudes congrega lo disperso y moldea un sujeto popular. Es en ese momento cuando puede hablarse de una ruptura populista.

Laclau muestra que detrás de toda germinación populista hay una crisis de representación política. Una crisis de eficacia institucional. Si puede condensarse esa “identidad popular”, es porque la acción política puede agrupar una larga cadena de demandas en torno a una serie vaga de imágenes, valores y reivindicaciones. De ese modo puede lograrse la división dicotómica de la sociedad. El pueblo contra las elites, los de abajo contra el sistema, la nación contra los poderosos. La extendida experiencia de la frustración permite traspasar las diferencias del vecindario, la ocupación y la ideología.

El temor al populismo no es más que la reencarnación de un miedo antecedente: el miedo al pueblo, el miedo a la democracia. (Jesús Silva-Herzog Marquez, Letras Libres, 300606)

En los resultados de la medición de la pobreza en México publicados por Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social, CONEVAL, en el año 2016 el resultado indica que en México 43.6 por ciento de la población, o sea 53.4 millones de personas se encuentran en nivel de pobreza y en pobreza extrema 7.6 por ciento equivalente 9.4. millones de personas.

Dentro de los elementos que se consideran en esta medición se encuentran el nivel de ingreso; el rezago educativo; el acceso a servicios de salud; acceso a seguridad social; acceso alimentación; calidad y espacios de la vivienda y acceso a servicios básicos en la vivienda.

Ésas son las demandas frustradas de las que habla el teórico. Es entonces cuando se desata una lógica social en donde distintos grupos, con distintas demandas y distintas ideologías, se igualan en la vivencia de sus repetidos reveses frente al poder. Una cadena de similitudes congrega lo disperso y moldea un sujeto popular. Eso fue lo que supo leer Andrés Manuel López Obrador en sus andanzas por el país, de ahí la derivación de sus propuestas de campaña y, ahora, de sus cien compromisos expuestos en el Zócalo de la capital mexicana, el día de su toma de protesta.

Cien compromisos cargados de un componente de política social como prioridad, para remontar la crisis de eficacia institucional y responder a una larga cadena de demandas reflejadas en los resultados del CONEVAL, pero principalmente en la forma de vida de más del 40% de la población.

Ésa es y ha sido la apuesta de Lopez Obrador. Con su capacidad para leer el momento político y social, se presenta como el gran articulador de las demandas populares, con un discurso dirigido, no solo a sus 30 millones de votantes, sino a los más de 50 millones de mexicanos que viven en pobreza. Ellos son su razón populista.

P.D.

AMLO da más confianza en que cumplirá sus promesas; se percibe que AMLO recibe un país en muy mala situación, lo que no pasó con Fox ni con Calderón, y eso hace que se confíe más en AMLO para mejorar el país de lo que se observó antes; el periodo que a AMLO le dan para demostrar cambios es similar al de Fox; el sexenio inicia con Morena triplicando las preferencias del PAN y del PRI. (Consulta Mitofsky 021218)

 

José Vega Bautista

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@Pepevegasicilia