Al presidente López obrador le está tocando lo que a muchos dirigentes: lidiar con presiones externas, resistir problemas internos y encima soportar a quienes al interior del país pretenden actuar como francotiradores, pretendiendo completar una labor destructiva contra su proyecto político. Y aquí un ejemplo de lo primero.

De acuerdo con el análisis de los periodistas Kirk Semple y Brent McDonald, durante generaciones, México fue un paso relativamente libre para los migrantes no autorizados que viajaban a Estados Unidos. Todos los años, decenas de miles de personas cruzaban el país, en su mayor parte sin impedimentos por parte de las autoridades mexicanas. Sin embargo, esta semana, la nueva postura firme del gobierno mexicano en torno a la migración entró en una nueva fase al responder con fuerza frente a una inmensa caravana migrante de centroamericanos que buscaba ingresar a México.

 

Hace unos días, el gobierno mexicano desmanteló la caravana en la frontera sur, por medio de una combinación de recompensa y castigo: el atractivo de un posible empleo para los que eligieran entrar de forma legal, y gas pimienta, detenciones y deportaciones para los que no escogieran esa opción.

Para el 24 de enero, una caravana que hasta hace una semana tenía 4000 personas se redujo a varias decenas, y la mayoría de estos individuos languidecía en Ciudad Tecún Umán, Guatemala, donde sopesaban sus esperanzas frustradas y sus próximos movimientos. Más de 1000 personas fueron enviadas de regreso a Honduras y unas 800 permanecieron detenidas en México, según las autoridades gubernamentales.

Hasta la fecha, la caravana tal vez haya sido la prueba más grande y dramática para México y su nueva resolución de endurecer su política hacia la migración ilegal. El giro político comenzó el año pasado bajo la presión del presidente estadounidense, Donald Trump, que amenazó con cerrar la frontera e imponer aranceles y exigió que el gobierno mexicano hiciera más por detener el flujo de migrantes que pasa a través de su territorio en camino hacia Estados Unidos.

Esta semana, la postura estricta del gobierno produjo escenas intensas en las que las fuerzas de seguridad mexicanas, vestidas con uniformes antidisturbios, repelieron o rodearon a migrantes centroamericanos que intentaban cruzar en masa la frontera sur de México.

La táctica generó críticas de parte de los defensores de los migrantes e incluso de algunos funcionarios mexicanos, quienes acusaron a las autoridades de haber cometido violaciones a los derechos humanos al hacer un uso excesivo de la fuerza. No obstante, el gobierno de Trump aplaudió los esfuerzos, y felicitó al gobierno mexicano por haber endurecido su postura en el tema de inmigración. (nytimes.com)

Al respecto, el presidente López Obrador afirmó que la política de Estado en torno al fenómeno migratorio es el cumplimiento del Estado de derecho, lo que incluye el respeto irrestricto a los derechos humanos. Añadió que la Guardia Nacional ha tenido un buen desempeño y no ha usado la fuerza, por lo que no se tiene registro de personas lesionadas.

“Es un asunto humano, de convicciones. Nosotros no vamos a golpear a nadie, no violamos derechos humanos, ya se terminó el tiempo en que el Estado era el principal violador de los derechos humanos. Eso tenía que ver con el conservadurismo.”

Aseguró que, aun cuando existe una necesidad real por parte de personas reales, lo cierto es que este no es un movimiento espontáneo, sino de dirigentes de Honduras que, en muchas ocasiones, no informan adecuadamente a quienes se unen a las caravanas, y recordó que un líder puede poner en riesgo su vida, pero no tiene derecho a poner en riesgo la vida de los demás.

“Muchos que fueron engañados -porque les dijeron que iban a pasar por el territorio nacional sin problema- están regresando con apoyo, o sea, es un regreso asistido. Más de mil migrantes. Se les ofreció refugio, trabajo, todo.” (gob.mx)

De esta forma es como el presidente López está haciendo frente a un problema que viene del exterior y que le representa un riesgo en su relación con el presidente Donald Trump. Presenta una estrategia de mitigación que hace ver menos ruda su política migratoria y cumple con el compromiso de mantener orden ante las caravanas de migrantes.

Una suerte de equilibrio político en la que coloca lo que él considera el bienestar de la nación por encima incluso de las convicciones de muchos de sus correligionarios.

José Vega Bautista

@Pepevegasicilia

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