Jorge Tirzo Lechuga Cruz
Hoy no es un día cualquiera. Hoy tomamos protesta no solo como un acto protocolario, sino como un juramento ético con la memoria, con la verdad histórica y con el alma profunda de Coahuila.
Quien toma la pluma para narrar la historia asume un papel que trasciende su tiempo. Ser cronista o historiador no es solamente una ocupación académica o cultural, es una vocación de servicio público, una responsabilidad con la conciencia colectiva, una forma de defender la verdad frente al olvido.
Como escribió el gran historiador Marc Bloch, "la incomprensión del presente nace fatalmente de la ignorancia del pasado." Y en tiempos donde la prisa devora la reflexión, donde la inmediatez borra la memoria, el trabajo que hoy asumimos se vuelve más urgente que nunca.
Los pueblos que olvidan su historia son presa fácil de la manipulación, la desinformación y el autoritarismo, porque la historia no es solo relato: es cimiento, es identidad, es advertencia, es guía. La historia no sirve para predecir, sino para comprender.
Y es por eso por lo que la historia debe estar en el corazón de los gobiernos y de la sociedad. Un estado que no escucha su pasado está condenado a improvisar, a repetir errores, a tomar decisiones sin alma. Como enseñó Lucien Febvre, uno de los padres de la historiografía moderna: "la historia no es la ciencia del pasado, sino la ciencia de los hombres en el tiempo." Y gobernar es, al fin y al cabo, decidir en el tiempo.
Por eso afirmamos con fuerza: la historia no debe ser solo conmemorada, debe ser comprendida. No debe ser usada, debe ser respetada. No debe ser decorativa, debe ser estratégica.
Y si queremos una historia viva, profunda, cercana al pueblo, necesitamos cronistas e historiadores comprometidos, formados, activos y con voz pública. Necesitamos instituciones que nos ayuden a organizar, que nos den respaldo y colaboren a proyectar esta misión.
¿Quién es el cronista, sino el testigo lúcido de lo cotidiano? El que observa lo que a los demás se les escapa; el que escucha al pueblo, el que recoge los relatos orales, las costumbres, los cambios imperceptibles. El cronista es la primera línea de la historia.
Y el historiador, por su parte, es el que va al fondo. El que analiza los procesos, el que trabaja en archivos, el que busca más allá de los nombres de bronce. El historiador es quien reconstruye, con paciencia y rigor, las raíces de lo que somos.
Ambos, cronista e historiador, trabajan con la memoria. Pero no con una memoria nostálgica, sino con una memoria crítica. Una memoria que interroga, que ilumina, que exige responsabilidad.
Luis González y González, maestro de la microhistoria, lo comprendió bien cuando escribió: "El quehacer del historiador es rescatar el pasado de la bruma del olvido." Y no del olvido inocente, sino del olvido impuesto, del silencio interesado, de la desmemoria institucionalizada.
Y por eso, la historia debe escribirse y debe editarse. No basta con investigar, hay que publicar, hay que difundir, hay que enseñar. Porque una historia que no se comparte, es una historia que muere. Necesitamos monografías de nuestros municipios, libros escolares con identidad regional, estudios locales, biografías comunitarias. Necesitamos una historia que hable en voz coahuilense, sin complejos, con honestidad y con dignidad.
También debemos reivindicar las conmemoraciones cívicas. No como actos rutinarios, sino como oportunidades de pedagogía social. Porque cada fecha histórica; cada lucha, cada mártir, cada hazaña, es un momento para detenernos a pensar quiénes somos.
Jan de Vos, apasionado defensor de la historia de los pueblos indígenas del sur de México, decía que "la memoria es una forma de resistencia." Y tenía razón. Recordar es resistir al olvido, pero también resistir a la mentira. Es afirmar que el pasado nos habla, nos interpela, nos compromete.
Las conmemoraciones bien hechas no son actos del pasado, son actos de futuro. Porque cada homenaje, cada desfile, cada ofrenda, es un llamado a seguir construyendo ciudadanía, identidad y justicia.
Por eso esta asociación no será testimonial. No será una agrupacióncerrada ni un club social o académico. Será un espacio de producción histórica, de acompañamiento social, de formación cívica, de trabajo intergeneracional.
Estaremos, como lo venimos haciendo desde hace 25 años, en las calles, en las escuelas, en las comunidades, en los medios. Publicaremos, conmemoraremos, formaremos, defenderemos.
Lucharemos por el patrimonio histórico, por los archivos municipales, por los nombres que la historia oficial dejó de lado. Levantaremos la voz por los vencidos, por los invisibilizados, por los olvidados.
Y lo haremos no desde la nostalgia, sino desde el compromiso. Porque como nos recordaba Marc Bloch, "el buen historiador se parece al ogro de los cuentos: donde huele carne humana, sabe que ahí está su presa." Nosotros no buscamos fechas secas. Buscamos humanidad. Buscamos verdad.
Y si esa verdad incómoda, que incomode. Porque el deber del historiador no es halagar, es esclarecer.Hoy reafirmamos nuestro compromiso no sólo con la sociedad, sino con la historia misma.
Buscaremos servir a la sociedad con rigor, con pasión y con respeto. Seremos semilla y seremos faro. Seremos archivo y seremos palabra viva. Seremos pasado, pero también esperanza. Que nuestra voz no tiemble. Que nuestras plumas no se detengan. Que nuestra memoria no se borre.