Sonia Villarreal

Ocho de la noche, un hermoso vestido color rojo, cabello recogido, aretes largos y un maquillaje discreto pero más acentuado que de costumbre.

Era una noche especial porque después de cinco años de noviazgo, era la primera vez que José la invitaba a una fiesta familiar. Llevaban semanas peleando por ese asunto, conocía a la mayoría de la familia, pero de forma siempre casual y en lugares públicos.

Me platicó que estaba nerviosa, emocionada, que pensaba una y otra vez como entraría a aquél lugar. ¡Era su gran noche! Entró al baño, retocó sus labios, y mirando el teléfono cada cinco minutos, acomodó suavemente su cabello.

Las nueve y José no llega, la mirada al teléfono se volvía más constante, pero el celular no sonaba. ¿Mandarle un mensaje? ¿Una llamada? ¿Y si por contestar choca? Es mejor esperar, un vaso de agua para calmar los nervios.

Las diez… la espera es eterna, ¿Y si se arrepintió? ¿Y si decidió no presentarme a su familia? Tal vez lo presioné demasiado… ¡No! Pasarán cinco años. Quizá se hartó de los pleitos y lo pensó mejor, ¿Y si es casado y nunca me di cuenta? A muchas personas les pasa, quizá mis amigas tenían razón, por algo nunca me invitaba a sus reuniones familiares, pero ¿Y si le pasó algo?

Por su cabeza pasaban muchas cosas, trabajaba a mil revoluciones, muchos escenarios, muchas respuestas a una sola pregunta: ¿Porqué no llega José?

Las once y al fin sonó el teléfono ¡Era él! Greta no sabía si contestar enojada, comprensiva, indiferente o preocupada, al fin de su boca salió el clásico: ¿bueno? Al otro lado del teléfono se escuchó una voz apagada ¿eres Greta?, ella sintió que su corazón latía rápidamente, podía escuchar sus latidos y solo dijo: Si.

José tuvo un accidente unas horas antes, al salir de su trabajo un coche conducido por un menor de edad trepó a la banqueta a alta velocidad y lo atropelló, sobrevivió una horas, pero al fin pasó lo inesperado. Uno de sus hermanos -el único que estuvo en condiciones de reconocer su cuerpo- le encontró un anillo en el pantalón, era para Greta, la fiesta a la que fue invitada era para pedirle matrimonio.

Greta lleva meses deprimida, la semana pasada desayuné con ella en la ciudad de México, y agobiada por un llanto constante, me pidió que le dedicara esta columna, me dijo una y otra vez que nadie cree que le puede pasar algo así, hasta que le pasa. Esa era su noche, y terminó sin que ambos pudieran decir cuanto se amaban, sin abrazos, sin despedidas, perdieron mucho tiempo en discusiones, por eso creo que uno nunca debe renunciar a la oportunidad de disfrutar a las personas que amas y tú…¿qué opinas?