Rubén Aguilar Valenzuela 

Historia

 

El espacio se encuentra dentro del Centro Monseñor Romero, en el campus de la UCA. Nace a finales de la década de los ochenta como un espacio donde se resguardaban reliquias de monseñor Romero y de los mártires de la UCA. En 2009 se crea la Sala de los Mártires que vemos ahora.

 

Exposición

Objetos de los mártires de la UCA.

 

Se exponen 100 objetos que pertenecieron a los mártires que se honran en este sitio. Se recuerda al jesuita Rutilio Grande y a los laicos Manuel Solórzano y Nelson Rutilio Lemus, los tres asesinados en marzo de 1977. A monseñor Oscar Arnulfo Romero, asesinado en marzo de 1980; al franciscano italiano Cosme Spessotto Zumuner, asesinado en junio de 1980; a los mártires jesuitas de la UCA y también a otros sacerdotes, religiosas y laicos. Todos asesinados por elementos del Ejército, de la Guardia Nacional y de cuerpos paramilitares de la extrema derecha salvadoreña.  

 

Hay una vitrina dedicada a las religiosas estadounidenses de la congregación Maryknoll, Ita Ford, Maura Clarke, Dorothy Kazel y la misionera laica Jean Donovan que el 2 de diciembre de 1980 fueron torturadas, violadas y asesinadas por elementos de la Guardia Nacional cuando iban del Aeropuerto Internacional de Comalapa a su casa en San Salvador.

 

Por ese tiempo ya vivía en San Salvador, había llegado en noviembre, en la tarea de dar forma y posicionar a Salpress, la agencia de prensa de la guerrilla. Estuve en el sitio del asesinato y cubrí esa tragedia, que me dolió e impactó. Todavía me acuerdo de ese día y del lugar donde aparecieron sus cuerpos.

 

En el museo hay ropa, alguna ensangrentada, y objetos personales de las y los mártires: Crucifijos, medallas, rosarios, libros, cartas y notas personales. La museografía es sencilla y digna. Interpela y conmueve. Grita que las víctimas no pueden ser olvidadas.

 

En un salón contiguo se pueden ver las fotografías que de los mártires de la UCA tal como fueron encontrados. Sus cuerpos y rostros. Son imágenes terribles que atestiguan la brutalidad del crimen de los inocentes.

 

 

Comentario

La sala tiene una museografía muy sencilla y digna. Impacta. No se puede permanecer indiferente ante las vidas de las personas que aquí se recuerdan y la manera como fueron asesinadas.

 

Lo que en vida las unió fue su seguimiento de Jesús, su compromiso con el Evangelio y su trabajo por construir un mundo más justo y fraterno. Siempre que vengo me siento invitado a orar y honrar su memoria. Me interpelan.

 

Como parte del museo se puede visitar también la casa donde fueron asesinados los jesuitas Ignacio Ellacuría Beascoechea, Ignacio Martín Baró, Segundo Montes, Amando López, Juan Ramón Moreno, Joaquín López y las mujeres Elba y Celina Ramos.

 

Está también el jardín donde estaban sus cuerpos y donde Obdulio, el esposo de Elba, el jardineo que se salvó de la muerte, sembró un rosal por cada uno de ellos y de ellas.