Hay una vitrina dedicada a las religiosas estadounidenses de la congregación Maryknoll, Ita Ford, Maura Clarke, Dorothy Kazel y la misionera laica Jean Donovan que el 2 de diciembre de 1980 fueron torturadas, violadas y asesinadas por elementos de la Guardia Nacional cuando iban del Aeropuerto Internacional de Comalapa a su casa en San Salvador.
Por ese tiempo ya vivía en San Salvador, había llegado en noviembre, en la tarea de dar forma y posicionar a Salpress, la agencia de prensa de la guerrilla. Estuve en el sitio del asesinato y cubrí esa tragedia, que me dolió e impactó. Todavía me acuerdo de ese día y del lugar donde aparecieron sus cuerpos.
En el museo hay ropa, alguna ensangrentada, y objetos personales de las y los mártires: Crucifijos, medallas, rosarios, libros, cartas y notas personales. La museografía es sencilla y digna. Interpela y conmueve. Grita que las víctimas no pueden ser olvidadas.
En un salón contiguo se pueden ver las fotografías que de los mártires de la UCA tal como fueron encontrados. Sus cuerpos y rostros. Son imágenes terribles que atestiguan la brutalidad del crimen de los inocentes.
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