Flor Rentería
Amigas y amigos, naturalmente, todos los nuevos gobiernos poseen la facultad innegable de reestructurar el gasto público como mejor consideren. El triunfo electoral les otorga esa legitimidad, ya que el voto otorgado en las urnas es la muestra inequívoca de la expresión popular.

Habiendo dicho esto, puedo decirles que, en mi experiencia como Diputada, tanto Local como Federal, que el gasto del gobierno se divide en dos grandes rubros: programable y no programable. El primero de estos es el que puede modificarse cada año, y en general corresponde al de los programas sociales, mientras que el segundo es el que le corresponde a sueldos, salarios y obra pública comprometida, así como el pago de deuda y otros compromisos a largo plazo.

Es en ese sentido que el presupuesto se divide así, en un gran rubro programable, que puede modificarse año con año según las necesidades económicas o la reestructuración política, y el no programable, que es aquel que por su naturaleza no puede modificarse a botepronto, debido a que genera incertidumbres.

El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, quizá no ha entendido esta distinción presupuestal o, en el peor de los casos, simplemente ha decidido ignorarla. Desde el inicio de su gobierno ha forzado reajustes presupuestales en las partidas salariales, lo cual se puede decir que es aceptable e inclusive justo, sin embargo, existen muchos otros ejemplos en los que su política financiera deja muchas incógnitas.

El ejemplo más claro, sin duda, es el del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, proyecto que se encuentra oficialmente cancelado, y por el cual, el presidente pago prácticamente todos los contratos necesarios para su construcción; dicho de otra forma, se ha hecho un gigantesco gasto tan solo para cancelar la obra, y que, con una ligera diferencia, podría haberse concretado.

El siguiente ejemplo, es el de decidir prescindir del INEE, el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación, no a través de una Reforma Constitucional, sino a través de omitirlos en el Presupuesto de Egresos. Hoy, la ley no es clara respecto a las funciones del INEE y su factibilidad de desempeñarlas, ni de su sucesor, el Instituto para la Revalorización del Magisterio.

Por último, el caso que me parece el más alarmante, es en el recorte de todos los programas presupuestales triangulados a través de Organizaciones de la Sociedad Civil. En los últimos días, organizaciones científicas, culturales, deportivas, educativas, y de beneficencia pública, han externado su absoluta extrañeza ante esta política, que justificada en la Austeridad y en la pretensión de que todas las organizaciones civiles son corruptas, se ha aplicado sin siquiera un periodo de ajuste, dejando en la incertidumbre relaciones laborales, servicios sociales, y demás funciones.
Hoy por hoy, las estancias infantiles están prácticamente condenadas. Son un programa que ha sido duramente criticado por haber sido utilizado, según el presidente, como la caja chica del Partido Acción Nacional. En su remplazo, el recurso otorgado a las estancias será obsequiado, hipotéticamente, a cada una de las familias beneficiarias, para que estas la destinen a cualquier guardería que les convenga.

En un caso similar, el Gobierno Federal eliminó las aportaciones otorgadas a los Albergues de mujeres en situación de violencia; programa que conozco muy bien debido a mi experiencia como Subsecretaria de la Mujer y presidenta del Instituto Coahuilense de las Mujeres, por lo que, en congruencia, no me queda más que expresar mi más absoluto rechazo por las siguientes razones:

a) Los albergues, por regla, se encuentran en situaciones de absoluta secrecía. El suponer que una mujer en situación de violencia puede simplemente buscar o escoger un albergue, es un error absoluto.
b) Los albergues no son un negocio. Naturalmente quienes laboran en ellos reciben un sueldo, el cual no es excesivamente oneroso. Permitir que un albergue tenga que “buscar clientas”, rompe con su prioridad máxima, que es la protección de las mujeres, y le genera una nueva, que es la de buscar una ganancia.
c) Ninguna cantidad de dinero puede garantizarle a una mujer en situación de emergencia la protección que necesita, como si lo hacen los programas de albergues.

 

Quizá lo más lamentable de esta situación, es que el recurso para el programa de albergues era de 350 millones de pesos, y esa misma cantidad ha sido destinada por el presidente para su nuevo programa “PROBEIS”, que tiene como función el potenciar al beisbol (si, no es broma) y tratar de convertirlo en un deporte más popular. Para el presidente, que jamás ha ocultado su afición por ese deporte, parece ser más importante el imponer a México su afición, que el rescate de las mujeres en peligro.

Amigas y amigos, quizá esta nueva política del presidente debería llamarse “Batazos, no Abrazos”, sería, cuando menos, más fácil de entender la prioridad gubernamental. Esperemos que el presidente recule y rectifique esta muy lamentable decisión.