Gerardo Moscoso Caamaño

La publicidad explota nuestra predisposición a compararnos con la imágenes de los otros a los que parece que les va mejor, y por lo tanto “parecen” más felices que nosotros. Nos atiborran con imágenes de personas con modos de vida original, extravagante, con cuerpos esbeltos, bellos, etc. que avivan nuestra envidia, aumentan nuestra órbita de comparaciones y despiertan nuestro apetito por lo que otros poseen. Se utiliza esta insatisfacción prefabricada como anzuelo para que consigamos el ingrediente “que nos falta” para ser felices.

La gente que toma como indicadores importantes de la felicidad el dinero, la edad, el género, la salud, la raza, la educación, el trabajo o la geografía, tienen una mínima incidencia de satisfacción en la vida. Por muy sorprendente que parezca las circunstancias tienen poco que ver con la felicidad.

“El problema se agrava, nos dice el filósofo japonés Daisaku Ikeda, por la tendencia a compararnos con otros en función de estos modelos ilusorios que aumentan el sentimiento de insatisfacción constante que aviva la infelicidad. Nos esforzamos por alcanzar a los demás porque parecen más felices que nosotros. Pero tal vez en todos los perfiles de comparación, probablemente no lo sean. El problema es que creemos que lo son. Y esta falsa idea es lo que crea la verdadera infelicidad cuando antes no estaba”.

Generalmente también se cree que seríamos más felices si tuviéramos menos problemas, pero casi nunca ocurre así. Al problema resuelto lo sustituyen otros nuevos problemas y a este pensamiento se le identifica también con la infelicidad. Una vida ausente de problemas no existe.

La felicidad duradera no es la ausencia de problemas, el chiste está en no dejarse alterar por los obstáculos. Yo conozco a gente con grandes problemas que es feliz y a otras personas que teniéndolo todo son desdichadas. Desde la perspectiva del pensamiento oriental, el hecho de que la vida esté llena de problemas no es impedimento para deprimirse, desmoralizarse ni resignarse a un destino miserable; el budismo no es estoicismo. La filosofía budista encuentra la felicidad en medio de los problemas. Así de sencillo, preciso y concluyente.

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