Gerardo Moscoso Caamaño

Una de las formas de poseer un sentido ético de las cosas, si es que la palabra ética todavía hoy tiene algún sentido, es reducir nuestras necesidades, o sea, reinventar nuestras necesidades reales. Necesidades que pasan por el tiempo de crear y recrear.
Esta reivindicación que, para la administración federal actual es insignificante, simples ganas de vivir, definitivamente no pasa por el mantenimiento o la creación de nuevos “Centros Culturales Comunitarios” como eufemísticamente en nuestro país se les llama a algunos espacios dedicados al arte. Las grandes empresas, para sus asalariados, siguen siendo fábricas de víctimas del desinterés de la burguesía no ilustrada por el arte, por el conocimiento al que todos deberían tener derecho, (“de la casa al trabajo, (si lo tiene) y del trabajo a la casa (si la tiene) así, hasta la jubilación, (si es que también la tiene”). Las colonias y los barrios vulnerables y vulnerabilizados que rodean nuestras ciudades son una especie de guaridas o madrigueras distantes del trabajo.
Los camiones de las rutas urbanas o ejidales, caros y deficientes, también siguen siendo un medio donde se transporta el cansancio o se condensan las fatigas; los programas de televisión malísimos en su mayoría, son extraños a las circunstancias, a la realidad que viven los millones de pobres que habitan nuestro país. Los idealistas críticos siempre han sido perseguidos por los hombres del aparato de Estado. Ellos quieren liberar a los hombres. La gente del poder quiere dirigirlos. El divorcio es evidente. El cambio de unas estructuras sociales que han causado graves desequilibrios es el resultado de insalvables contradicciones entre el Estado y la comunidad, la incongruencia entre el discurso mañanero y la realidad política, sanitaria, social y económica de país, que existe entre la ciudad y el campo, entre el centralismo y el federalismo, la escala burocrática y la escala humana.
A dos años de ganar las elecciones de la “esperanza”, se intentan resolver estas contradicciones con parches y cataplasmas que vienen a paliar la acción destructora del progreso: depuradores para los gases tóxicos, tranquilizantes para las perturbaciones mentales…pero los problemas planteados por las relaciones económico-sociales derivados de décadas de corrupción, no pueden ser resueltos en el ámbito de una, ¿nueva clase política?, que trata de perturbar la cultura y el arte con este ramillete espiritual formado, entre otros, por Alejandra Frausto, Manuel Bartlett, Epigmenio Ibarra, Salinas Pliego, Esteban Moctezuma, etc. ¡¡Basta ya de cuentos, 4T!! Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.