Xavier Díez de Urdanivia

Concurrido intercambio de ideas y perspectivas tuvo lugar el fin de semana -6 y 7 de febrero- en la Facultad de Derecho y Criminología de la Universidad Autónoma de Nuevo León, que congregó a juristas de todo el mundo y en el que hubo aportaciones muy destacadas. En la mesa correspondiente al tema de la reforma educativa, a la que fui invitado, tuve la oportunidad de exponer algunas reflexiones, que comparto con ustedes en este espacio.

En primer lugar, el hecho de que la reforma al artículo tercero constitucional mexicano efectuada en 2019 fue, en realidad, una “contrarreforma” respecto de la promulgada en 2016, y se formuló, en el fondo, con la finalidad de cumplir con compromisos políticos adquiridos con la base magisterial que apoyó al vencedor en la contienda presidencial, aunque se aprovechó para incluir algunos matices típicamente enarbolados por las corrientes etiquetadas como de izquierda que acompañaron al presidente en su largo camino hacia el poder ejecutivo.

En segundo término, expresé mi convicción de que esos matices así introducidos poco aportaron en realidad al texto constitucional -en todo caso, nada que fuera sustancialmente relevante- lo que no les resta importancia estructural, porque no dejan de proporcionar una base ideológica y un soporte normativo de nivel supremo que fuera suficientemente amplio para la interpretación al momento de expedir la legislación reglamentaria.

En tercer lugar, la que constituyó la parte medular de mi ponencia, que consiste en la afirmación de que, más que la reforma al artículo que se comenta, efectuada en 2019, y casi que cualquiera otra de las once reformas efectuadas al artículo tercero, destaca la valía de la introducida en 1946, que incluyó entre los criterios orientadores de la educación el democrático, “considerando a la democracia no solamente como una estructura jurídica y un régimen político, sino como un sistema de vida fundado en el constante mejoramiento económico, social y cultural del pueblo”, lo que rebasa la concepción habitual de la democracia como método para elegir a las autoridades y, cuando mucho, aplicable a la toma de decisiones. En cambio, la equipara a la “virtud cívica” que, desde los tiempos en que la cultura occidental se gestaba, consistía en la capacidad de formar parte, activa, respetuosa, libre y justa, de la comunidad (es decir, aquello que verdaderamente humaniza a los seres humanos), formación que, indiscutiblemente desde entonces, atañe a la educación.

Enfaticé mi convicción de que la falta de acción pública congruente con ese principio, que lamentablemente ha sido letra muerta, ha sido y es un obstáculo mayor para construir la “polis” mexicana que se echa en falta, especialmente en momentos de tan grave descomposición como son estos por los que el país atraviesa.

Hube de expresar, en referencia específica a la reforma de 2019, preocupación por la supresión de la frase “derechos humanos” del texto del artículo. Podría no ser anodina, porque cuando en 2011 se incluyó, se hizo con el propósito de reforzar la orientación del quehacer público hacia el respeto, la protección, la promoción y la garantía de los derechos fundamentales, en los que se nutre un interés general.

La preocupación que menciono en el párrafo anterior surge porque el texto vigente del artículo emplea las fórmulas “interés general de la sociedad” y “los ideales de fraternidad e igualdad de derechos de todos”, que sin el límite claro de la mención expresa de los “derechos humanos”, podría incubar interpretaciones y acciones lesivas de los derechos y libertades fundamentales, como ya se ha visto que pasa, aun en presencia de prohibiciones expresas. En esta materia, además, no hay supresiones inocuas.

En fin, concluí proponiendo que lo que de verdad importa es la instrumentación de políticas enderezadas a la construcción de una comunidad basada en una civilidad virtuosa, de modo que se recojan y armonicen el reconocimiento y el ejercicio de los derechos y libertades en que se nutre la legitimidad de las instituciones.

En México, lejos estamos todavía de ese ideal.